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Un desfile que retrata un absurdo

En realidad la mitad del Gobierno de Sánchez detesta todo lo que ensalza el Día de la Fiesta Nacional

Cuando salí de mañana a las calles vacías del centro de Madrid vi pasar ya a algunas parejas y grupos de amigos que caminaban hacia La Castellana para asistir al desfile. Gente mayor, chavales. Personas de porte convencional y cordial, distinguibles porque algunos llevaban una bandera de España en la mano. Luego vi las imágenes del Rey llegando entre aplausos a la zona de la tribuna. Y escuché los abucheos a aquel, que forzando el protocolo se acoplaba al Jefe del Estado para intentar que no lo abroncasen (aunque ni así). Después asistimos a la proeza de vértigo de los paracaidistas, capaces de esquivar las grúas del súper Bernabéu que levanta el tío Flo y los altos edificios circundantes para caer exactamente frente a la tribuna con su enorme bandera de España. Antes de comenzar el desfile, se procedió al izado formal de la enseña nacional mientras sonaba el Himno Español. En el pedestal que sostenía el asta de la bandera figuraba grabado este conocido lema: «Honor y gloria a los que dieron su vida por España».

Al leer esa frase reparé, una vez más, en una indigerible incongruencia: a la mitad de nuestro actual Gobierno el más elemental patriotismo le da repelús, pues con una empanada conceptual impresionante confunden España con Franco y algo tan elemental como querer bien a tu país les parece un anacrónico resabio, monopolio de gente de derechas.

Nada más acabar el desfile, varios ministros de Podemos, leales a su talante tardoadolescente, se aprestaron a tuitear mensajes republicanos. Son incapaces de entender siquiera que si gozas de una cartera en el Gobierno de España estás obligado por razón de cargo a acatar y defender el orden constitucional, que establece que España es una monarquía parlamentaria.

Honor y gloria para los que dieron su vida por España. Demasiado elevado para personas como Irene Montero. Acudió al desfile ataviada con una mascarilla de bandera desconocida, que luego se aclaró que por lo visto es la «trans». Una vez más, la obsesión victimista con grupos minoritarios mientras se da la espalda a la corriente ancha que sostiene la sociedad española. ¿Qué extraño mejunje ideológico fermenta en la cabeza de esta señora madrileña, que se muestra alérgica a la bandera de España y a hablar bien de su país y que parece tener como única patria lo arcoíris, lo transexual y un feminismo enfurruñado de ramalazo friki? Yolanda Díaz, que es la más espabilada del clan, se aprestó a elogiar en Twitter a las Fuerzas Armadas, porque sabe que su prestigio está por las nubes, pues cada vez que acometen una misión su profesionalidad descuella.

El desfile retrató un problema: el de un Gobierno que no está cómodo con su país (prefieren devaluarlo como un «Estado plurinacional», o «multinivel»), ni tampoco con la Corona. Mientras Sánchez intentaba vadear los pitidos pegándose al Rey en La Castellana, Rufián anunciaba una proposición de ERC para prohibir los desfiles militares. ¿A dónde va un país que tiene un Gobierno sostenido por unos socios así? Pues me temo que ustedes ya lo saben (yo también, pero les ahorro el taco).

La bandera de España, el himno nacional, el desfile militar, su majestad el Rey... y Belarra, Irene Montero y Garzón en la tribuna de autoridades. Un oxímoron de libro.