La igualdad de Irene Montero
Ahora dispondrá de 85.656 millones de pesetas para denunciar la desigualdad, evidente si las mujeres se comparan con ella: ninguna saltará de cajera a ministra, tal vez el agravio más ostentoso y a la vez más escondido por la Princesa de Podemos y el coro de hiperventiladas en nómina
Irene Montero va a gestionar el próximo año, si prospera el proyecto de Presupuestos Arruinados del Estado, la generosa cifra de 516 millones de euros. Un 13 por ciento más que en el curso vigente, donde ya comprobamos cuánto dan de sí 451 millones si uno se pone a hacer el tonto tres horas al día y a promocionarlo otras tres. Que tampoco se trata de matarse a trabajar.
Con ese pastizal, que suena más pornográfico al traducirse en 75.000 millones de las viejas pesetas, Irene de Galapagar inventó el término «niñes»; impulsó la ley para que Manolo pueda llamarse Conchi yendo al registro civil incluso en la hora del bocadillo; acuñó el «sola y borracha» como antesala del «intubada y en la UCI» y permitió que murieran asesinadas las mismas mujeres de siempre a manos de los mismos bestias de siempre mientras, eso sí, criminalizaba a todo hombre viviente como si estuviéramos más cerca de El Chicle que de los tíos que salvaron a su segunda víctima.
Ahora dispondrá de 85.656 millones de pesetas para denunciar la desigualdad, evidente si las mujeres se comparan con ella: ninguna saltará de cajera a ministra, tal vez el agravio más ostentoso y a la vez más escondido por la Princesa de Podemos y el coro de hiperventiladas en nómina. Todas pastando en el erario por fabular con fobias residuales mientas ellas extienden una fobia masiva de género, de ideología y de gramática.
Pues bien, una parte de ese dineral, que ya les gustaría pillar a los investigadores de la vacuna española, irá a la cuenta bancaria de Isa Serra, apartada de la política cuando iba a ser inhabilitada judicialmente por agredir a una mujer policía, cosificada a puntapiés.
Y otros picos terminarán en los bolsillos de Carlos Sánchez Mato y de Celia Mayer, a quienes los ciudadanos echaron a patadas con sus votos en cuanto les dieron la oportunidad de hacerlo. Y que además de tener el mismo éxito en las urnas que Cristina Almeida en el endocrino, están imputados por gastarse una millonada en encargar informes privados con los que cargarse el Open de Tenis Madrid, esa cosa de pijos que luego practican sus hijos.
De las prestaciones de la primera da cuenta su inmenso currículo desde que comenzara en Juventud sin Futuro Menos Yo y terminara en el banquillo. Y de la capacidad de los segundos ofrece un indicio que hasta Manuela Carmena, una bruja notable disfrazada de Ángela Landsbury, echaba pestes de ambos y los hubiera encarcelado de no ser partidaria de liberar hasta a Henri Parot.
En el país con más paro juvenil y femenino de Europa, la académica del lenguaje inclusivo y la apóstola de la igualdad ha perpetrado así el mayor tongo que se recuerda en tiempos: un enchufe a cargo del erario público de tres inútiles ignorados en las urnas y apreciados exclusivamente por el juez.
Porque sobre el papel todos somos iguales en la colmena de Irene, pero los zánganos más.