Fundado en 1910

El peligro es Hernán Cortés, no ETA

El terror solo desaparecerá del todo cuando a los nietos de los terroristas les provoquen vergüenza sus abuelos y los de los muertos se paseen por las calles del País Vasco entre bustos y rincones dedicados a los suyos

España tiene dos Fiscales Generales del Estado, aunque solo paga a uno, lo que contradice un poco la sospecha de que Sánchez, Belarra, Montero y Díaz son espléndidos en el derroche del dinero ajeno.

El caso de Dolores Delgado y Baltasar Garzón trabajando estrechamente para el Gobierno con una única retribución, confirma la apuesta por la austeridad de Sánchez, en entredicho desde que trascendiera la incorporación de 720 asesores digitales, alguno de ellos capaz incluso de sumar y restar.

El Supremo, en una sala de mayoría progresista que los aficionados a llamar fascista al Constitucional no atacarán, ha decidido que una ministra de Justicia del PSOE puede ser Fiscal General del Estado, desechando la confesión previa que Sánchez hizo de sus intenciones cuando, en una entrevista televisiva impagable, chuleó de mandar en la institución.

Que la acusación judicial, o el archivo de ella si prospera la nueva Ley de Enjuiciamiento Criminal que aparta a los jueces de las diligencias previas, esté en manos de una mandada de un presidente vapuleado en el Contitucional por confinar ilegalmente a los españoles y al Parlamento con la excusa de la pandemia; provoca pánico.

Y obliga al PP a afinar su inminente pacto para renovar el Poder Judicial, con la ley vigente y la promesa de una reforma inmediata, para contrarrestar la conquista ya perpetrada tacita a tacita: a la colonización de la Abogacía del Estado y de la Fiscalía General se le puede añadir, a poco que se despiste la oposición, un CGPJ con Charles Manson, Vázquez de Prada, un cuñado de Garzón y Alberto Rodríguez o Isa Serra, grandes mártires de la justicia franquista a derribar.

Tal vez con Otegi al frente, en su nuevo papel de Gandhi vasco: los mismos que siguen considerando una amenaza a Colón o a Franco y van buscando víctimas de ambos por las esquinas, olvidan a las únicas víctimas vivas reales que aún quedan entre nosotros y les recetan, si se ponen nerviosos, dos pastillas de bilduína.

El terror solo desaparecerá del todo cuando a los nietos de los terroristas les provoquen vergüenza sus abuelos y los de los muertos se paseen por las calles del País Vasco entre bustos y rincones dedicados a los suyos.

Algo que no se puede esperar de Otegi, un vulgar cocodrilo con txapela dispuesto a lograr por lo civil lo que antes intentaba por lo militar. Pero sí cabía esperarse del Gobierno: las palabras de su portavoz diciendo que no les llega con el dolor de Arnaldo son otra prueba más del guion que el PSOE y la nueva Batasuna han perpetrado para ir preparando a la opinión pública.

Porque si a Sánchez le preocuparan de verdad las víctimas, no las hubiera excluido de toda mención en la Ley de Memoria Democrática: tú discúlpate con la boca pequeña lo justo, han debido decirle a Otegi, que nosotros ya nos encargamos de implantar el olvido. Que lo grave es lo de Hernán Cortés.