Fundado en 1910

Quién medió y cuánto cobró

Los españoles conoceremos, diez años después, qué intermediario, quizá un Nobel, consiguió que nos dejaran de pegar tiros en la nuca y tuvieran a bien no colocarnos bombas lapa debajo del coche

Pronto lo sabremos. Lo ha anunciado Zapatero. En breve el arcano será resuelto: los españoles conoceremos, diez años después, qué intermediario, quizá un Nobel, consiguió que nos dejaran de pegar tiros en la nuca y tuvieran a bien no colocarnos bombas lapa debajo del coche. Se lo dijo el melifluo expresidente a Ana Blanco en TVE. A Zapatero el peso de las lágrimas contenidas no le dejaba arquear la ceja cuando reprimió el nombre de esa personalidad tan generosa, ese ángel de la guarda, sin cuya mediación tenderos, comerciantes, bomberos, policías, administrativos, estudiantes, militares, civiles, hombres, mujeres, niños y mayores de España hubieran engrosado la nómina de tumbas patrocinadas por ETA.

Supongo que terminada la entrevista de Zapatero tuvieron que administrarle insulina por la subida de glucosa que debió de experimentar ensalzando al mediador, a los enviados y a Otegi, incluso después de saber que el batasuno le había hecho pocas horas antes un traje a Sánchez, que dejaba al aire todas sus miserias al despojarlo de las mentiras con que se arropaba. Presupuesto por presos, Pedro. Truco o trato. Pero también eso le dio igual al inefable expresidente: echó a volar su memoria a esos años para vendernos la especie de que personas muy importantes hicieron que ETA cesara de matar unilateralmente. Otegi entre ellas. Olvidó, por ejemplo, que su antecesor, el presidente Aznar, ilegalizó Batasuna, persiguió a la kale borroka y dignificó a las víctimas, y todo eso junto obró más contra el terror que los mercenarios del pacifismo internacional que tanto le gustan.

El expresidente aportó un nombre para la posteridad, para que los españoles sepamos valorar su ímproba labor por la paz: Jesús Eguiguren, un socialista vasco cuya vida encierra toda la impostura, cinismo e hipocresía de la que la izquierda es capaz. Un condenado por maltrato al que Zapatero y Patxi López mandaron a reunirse con los etarras por ver si hacían el favor de dejar de asesinar, por si ensanchaban las vías de diálogo, según se extrae de la mitología del ex jefe del Gobierno. Allí estuvo el socialista Rodolfo Ares, el propio Otegi y Rufino Etxeberría. Su modestia le hizo olvidar a Zapatero que él mismo también tomó unos chiquitos en el caserío Txillarre con Arnaldo. Todo sea por esta paz que hoy celebramos.

Diez años después Zapatero nos ha advertido que lo entenderemos todo cuando sepamos quién fue ese mediador, ese celestino de tres al cuarto al que él encomendó el hito histórico. Hay que reconocer que los intermediarios son el fuerte del expresidente, por eso se ha sacado el carné en la Venezuela de Maduro.

Pero lo más curioso es que ETA no incluyera en sus actas, que obran en poder de la Audiencia Nacional, la identidad de ese mediador al que todavía protege Zapatero. Los etarras dieron pelos y señales sobre los facilitadores de los encuentros, pero en este delirante reparto de papeles de la industria de la pacificación (tan nórdica y tan carente de escrúpulos) también ETA ocultó en sus informes internos ese nombre.

Si Zapatero ha dicho que lo conoceremos, no hay por qué dudar de su palabra. O sí, que diría Rajoy. Pero, como el dinero no tiene nombre que delate, agradeceríamos que el socialista nos cuente cuánto le costó a España esa mediación. Aunque el premio Nobel no cobrara por esa conferencia con aforo tan reducido, algún coste tiene pacificar el mundo. Apuesten a que alguien se forró con dinero público. Dinero, claro, sin ánimo de lucro. Como corresponde a gente de paz.