La ideología de ETA
Alertan sobre la ultraderecha, mientras que gobiernan con la ultraizquierda, y pactan con un partido, Bildu, ultraizquierdista y orgulloso heredero de ETA
¿Cómo entender que en una democracia avanzada como la española persista una fuerte legitimación de un grupo terrorista? ¿Cómo entender que el PSOE, uno de los grandes partidos del centro-izquierda europeo, gobierne con el apoyo de quienes siguen homenajeando a los asesinos? ¿Cómo entender que una buena parte de la izquierda descalifique como «nostálgicos de ETA» a los activistas de la libertad contra el terrorismo?
Para denunciar esta tremenda grieta moral de nuestra democracia, yo pongo habitualmente el ejemplo del nazismo, y planteo las preguntas anteriores sustituyendo ETA por nazismo, algo a lo que la izquierda siempre responde con protestas escandalizadas. ¿Pero cómo puede usted hacer tal comparación? contestan indignados los izquierdistas. No es lo mismo, me reprochan; y no se refieren, por supuesto, a la diferencia del número de personas asesinadas, o a la época histórica. No, se trata de lo que consideran una diferencia moral; o que el terror etarra, piensan, no sería tan malvado o tan rechazable como el terror nazi. Por una razón central que explica la persistencia de esta perversión moral en España: la ideología de ETA.
He ahí, en la ideología, la clave de lo que hemos vivido esta misma semana, un Gobierno de una de las democracias de Europa Occidental intentando justificar sus pactos con un partido político que no solo no condena el terrorismo de ETA, sino que lo sigue justificando y defendiendo. Algo que la izquierda está dispuesta a blanquear, por la sencilla razón de que se trata de un terrorismo de extrema izquierda. Nacionalismo radical y comunismo, esa es la ideología de ETA, la que explica las vacilaciones de los socialistas a lo largo de toda la democracia. De la misma manera que los socialistas se siguen negando a condenar el totalitarismo comunista, eran antifranquistas, no es lo mismo nazismo que comunismo, siguen diciendo, muestran igualmente una entusiasta disposición a admitir que Bildu se ha vuelto demócrata.
De la misma manera que la común ideología nacionalista explica la lamentable ambigüedad del PNV hacia ETA y sus permanentes pactos con su brazo político, el comunismo explica la cercanía del Partido Comunista desde el inicio de la Transición, y explica también las dudas y vacilaciones del PSOE. Eguiguren, Zapatero y Sánchez son los representantes de esa historia de acercamientos, comprensiones, negociaciones, y ahora pactos y blanqueamientos de los socialistas.
Que a nadie le queda duda alguna de que si la ideología de ETA, además de nacionalista, fuera nazi o fascista, y no comunista, los socialistas se pasarían el día denunciando a Bildu. En lugar de eso, lo que siguen denunciando es el franquismo que acabó hace casi cincuenta años, o una supuesta amenaza fascista que no existe en España. Alertan sobre la ultraderecha, mientras que gobiernan con la ultraizquierda, y pactan con un partido, Bildu, ultraizquierdista y orgulloso heredero de ETA.