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Viajes fantasma

¿Resolverá el viaje de Ribera, a cuatro días del cierre, la carencia que pueda ocasionarnos la clausura de un tubo que transporta la cuarta parte del gas que consumimos? Es difícil de creer

Recibimos sin interrupción una ingente cantidad de mensajes por un sinnúmero de canales. El volumen de datos es tal que, en muchas ocasiones, resulta harto complicado pararse a pensar. Y, sin embargo, es nuestra obligación. Ante cualquier hecho, comunicado o afirmación, debemos plantearnos las famosas cinco preguntas, las cinco W que nos enseñan nada más pisar la facultad de Periodismo: ¿qué?, ¿quién?, ¿cuándo?, ¿dónde? y ¿por qué?

Apliquemos ese filtro al comentado viaje de urgencia de Teresa Ribera a Argelia. Conocemos el qué, el quién, el cuándo y el dónde. Pero, ¿conocemos el por qué? Fuentes oficiales, es decir, los servicios de información del Gobierno, nos han explicado que el motivo de esta visita es asegurar el suministro de gas a España. Sin embargo, ese es un argumento que se cae por su propio peso. A través de los dos gasoductos que nos conectan con Argelia, llega en torno a la mitad de lo que consumimos en un año. El Medgaz es un tubo submarino que nos conecta de forma directa, sin pasar por países terceros. El otro atraviesa Marruecos y, desde hace meses, sabíamos que el 31 de octubre estaría cerrado. El resto se cubre con buques metaneros. ¿Resolverá el viaje de Ribera, a cuatro días del cierre, la carencia que pueda ocasionarnos la clausura de un tubo que transporta la cuarta parte del gas que consumimos? ¿Será capaz de encontrar los barcos que escasean en el resto del mundo hablando con las autoridades argelinas? Es difícil de creer. Más parece un gesto encaminado a rascar unos cuantos metros cúbicos de más, pero, sobre todo, a justificarse ante la opinión pública. Si, como consecuencia de la escasez, suben los precios de forma desorbitada o se producen cortes de suministro –que no deberíamos descartar–, que no se diga que el Gobierno no ha hecho todo lo que está en su mano para evitarlo.

Conchito

Acostumbrémonos a los gestos, porque vamos a ver un sinfín de aquí a las elecciones. Estamos a las puertas de la tormenta perfecta: precios de la energía al alza, inflación y escasez de materias primas y productos industriales por falta de material o por cortes en las cadenas de suministro. Ni las fábricas ni las rutas internacionales han recuperado los niveles de actividad pre-pandemia, mientras la demanda mundial, espoleada por la voraz China, subiendo. Y, como no lo hemos visto venir ni estamos preparados para hacerle frente, todo indica que se van a dedicar al postureo, con la mirada fija en la próxima campaña electoral. Sí, aunque falten dos años todavía.

El Gobierno ya no es bipartito, sino tripartito y el PSOE, Yolanda Díaz y Podemos se pegan por atraer el voto de la izquierda. La ministra de Trabajo trata de ganar el favor de Comisiones Obreras imponiendo el convenio sectorial sobre el de la empresa, algo que difícilmente aceptará Bruselas. Podemos trata de evitar que su perfil se desdibuje más de lo que está haciendo, con ruedas de prensa en paralelo a las del consejo de ministros para atribuirse el mérito de una rebaja de precios del alquiler que no vamos a ver. Y Sánchez, que ahora es socialdemócrata, reparte bonos sociales. Bien haría en reservar algún hueco en su agenda a Zapatero. Él, mejor que ningún otro, podrá explicarle que, cuando hay nubes negras en el horizonte, significa que tarde o temprano llegarán rayos y truenos. Eso sí, caerán sobre los de siempre, que no serán ellos.