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Enigma: ¿para qué sirve Nadia Calviño?

Sus predicciones rondan la precisión de Rappel y en sus peleas con el socio comunista acaba siempre derrotada. ¿Entonces?

El tesoro secular del refranero español, que cualquier día será prohibido por las leyes de «Memoria Democrática», alberga verdades de sentido común. «Coge buena fama y échate a dormir», reza un conocido refrán. Y es así. Por las sendas de la vida circulan personas de un excelente cartel que no se corresponde con sus prestaciones reales. Trabajando durante décadas en diversas redacciones, nunca faltaba en ellas un redactor o redactora que era saludado con un reverencial «escribe como los ángeles», pero que a la hora de la verdad jamás acababa de escribir nada. El fútbol está saturado de prestigiosos magos del tiki-taka que luego no marcan un gol ni por accidente. En política abundan los supuestos estrategas de mirada agudísima, que en la práctica tienen una hoja de servicios más hueca que el tambor de una lavadora.

Nadia Calviño, ahora ya vicepresidenta primera, corre el riesgo de acabar en el ilustre panteón de los mitos inflados. Cursó dos carreras, Económicas y Derecho, habla cuatro idiomas y fue alta funcionaria en Bruselas desde 2006 a 2018, llegando incluso a directora de Presupuestos de la UE. Muy bien. Sin embargo, siguiendo su labor de casi tres años en el Gobierno de España nos asalta una leve duda: ¿para qué sirve realmente Nadia Calviño?

El 13 de marzo de 2020, un día antes de que Sánchez decretase su abusivo estado de alarma (hoy tres veces vapuleado por el TC), Calviño fue preguntada por las consecuencias de la epidemia de covid sobre la economía española. Ese día Francia ya había revisado sus previsiones a la baja. Pero nuestra gran gurú económica tenía su propia teoría: el impacto económico de la covid sería «poco significativo y transitorio». Una miopía predictiva épica, digna de Fernando Simón. El impacto «poco significativo» acabó en una caída del PIB español de un 10,8 %, el mayor batacazo de toda la OCDE.

A partir de ahí hemos ido fijándonos en otras proezas de Calviño (y de Montero, la ministra de Hacienda). Esta misma semana, el Banco de España y la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal han venido a decirles que su proyecto de Presupuestos es un truño, porque han calculado mal ingresos y gastos. ¿Dónde está la celebérrima solvencia técnica de Nadia Calviño? 

La vicepresidenta primera pasa por ser la mente razonable y posibilista de esa agitada balsa de la Medusa que es el Gobierno de Sánchez. Pero en la práctica cada vez que salta una polémica con la facción manirrota de Podemos, la gran Nadia, con todo su porte hierático, su Bruselas y sus idiomas, acaba derrotada por el populismo comunista y aceptando en silencio sus cañonazos a las empresas y las arcas públicas.

 ¿Cómo es que Calviño, la máxima referente del Gobierno en economía, la técnica tan responsable y bien formada, no alertó a Sánchez acerca de que indexar las pensiones al IPC era una chaladura populista que podía llevar a comprometerlas? (ayer conocimos un dato de inflación del 5,5 %, que va a convertir ese pago en una losa gravosísima).

Nadia Calviño habla bajito y quedo, viste con elegancia sobria, es muy correcta y educada y seguro que rubricó unas notazas como estudiante. Perfecto. Pero, ¿para qué nos sirve? Sus predicciones no mejoran las de Rappel y en las tanganas con los podemitas no gana una.

(PD: Este jueves se alcanzó en España la cifra de 20 millones de cotizantes. Con la que está cayendo, es impresionante la fuerza creativa, el dinamismo y la laboriosidad de los españoles. Invita a la melancolía pensar dónde podríamos estar de no ser gobernados por aficionados y flemáticos diletantes).