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El avatar del PP

Han sido unos adelantados y ya habitan en ese mundo virtual donde se disparan en un pie al tratar de eliminar a su avatar solo por engordar su ego

En Francia tienen políticos como Bruno Le Marie, que le escribe cartas de amor a los libros. Aquí los tenemos que se cartean con la Muerte, como Otegi; con Narciso, como Sánchez; o con Némesis, como García Egea. Cuánta envidia sentí al escuchar al ministro de Finanzas francés decir a los jóvenes que solo el libro consigue que personajes homéricos susurren al oído historias fantásticas en el silencio de la lectura, que no hay mayor anhelo de aventura que acercase a Robinson Crusoe, ni sentimiento de deseo como el de Albertine desaparecida o La Prisionera, ni, en fin, tristeza más profunda por los celos y el amor no correspondido que el que nos ofrece Proust.

Quizá Le Marie sea un letraherido amargado por las pantallas que nos devoran, un nostálgico de la vida de antes de Zuckerberg, antes de que nos enroláramos en el Metaverso de donde ya no saldremos, porque allí nos relacionaremos entre nosotros; estudiaremos, haremos deporte, nos entretendremos, viviremos, en fin, en un mundo virtual donde no cabrán los libros ni el juicio crítico ni los mundos nuevos que estos regalan. Le Marie es ya uno de los últimos mohicanos de la política que se resisten a permitir que la vida se desarrolle en un videojuego, donde perdamos hasta la cara para sustituirla por un avatar. Ya no habrá que corregir la presbicia porque 'Zuck' nos venderá unas gafas especiales que nos pondrá la vida (o como se llame entonces) a nuestra disposición.

A Le Marie no le gustan los politicastros, pero en España ya esperamos ansiosos el artilugio multimillonario de Facebook. Nuestra política pivota sobre las redes sociales: ya no hay ruedas de prensa, sino mensajes sin preguntas y preguntas sin respuesta en Twitter; ya no se elaboran discursos, sino vídeos propagandísticos para distribuir por las redes sociales; y, sobre todo, ya no hay discusiones constructivas sino regate corto, prepotencia en jarras e insultos o bloqueos en WhatsApp. Porque los tardoadolescentes que nos gobiernan, e incluso algunos que habitan en la oposición, se enfurruñan y bloquean al contrario o al compañero con un ya no te ajunto. Toma nivel.

En el PP han sido unos adelantados y ya habitan en ese mundo virtual donde se disparan en un pie al tratar de eliminar a su avatar solo por engordar su ego aun poniendo en peligro el proyecto común. Así lo han debido de entender en Génova y en la sede de la Comunidad de Madrid, donde parece que no es suficiente el goteo de condenas de los tribunales para alimentar la bolsa de votos de la izquierda y de Vox y han decidido ofrecerles un menú proteico rico en envidias, celos y rencillas. En el Matrix del PP, algunos están dispuestos a gastarse el dinero de la banca (los mejores sondeos desde que llegó Pablo Casado y el descrédito oceánico del Gobierno) para que su avatar luzca mejor. Si viera el espectáculo de la derecha española, el ministro vecino recomendaría leer a Madariaga cuando dice que el francés es un cristal, el alemán un río, el inglés una isla y el español un castillo, es decir, un hombre que en cuanto conquista poder se atrinchera para que nadie se lo quite.