Yo quiero votar al PSOE
El socialismo español presenta hoy una característica que lo hace insólito en el mundo: es antipatriótico
Con una sonrisa irónica pintada en el rostro, un amigo me lanza el siguiente reto a los postres de una grata comida amical, cuando el fluir de los espirituosos ya ha liberado el ingenio de los comensales: «¿Por qué no escribes una columna titulada 'Yo quiero votar al PSOE'?». Voy a recoger el guante e intentarlo:
Antaño abundaban los votantes moderados de centro, cuya papeleta oscilaba entre PP o PSOE a tenor del gancho de sus eventuales candidatos, el desgaste del partido de Gobierno de turno o la solvencia económica de ambas formaciones. Pero hoy a muchísimos de ellos les produce urticaria votar al PSOE, debido a la deriva que inició con Zapatero y ha ahondado con Sánchez.
«Yo quiero votar al PSOE», me dice mi amigo, votante de derechas, con una sonrisa zumbona. Y entiendo lo que está demandando: una oferta cabal de centro-izquierda, algo que no existe hoy en España. Además añade un diagnóstico que comparto: «El PSOE se ha convertido en realidad en el principal problema de la política española».
Para poder votar al PSOE lo primero que ayudaría es que cambiase de líder, que apease a un dirigente que ha elegido como socios preferentes a los comunistas y los separatistas y que considera la mentira como una de las bellas artes. Si su candidato fuese Redondo Terreros, Margarita Robles, Paco Vázquez, o incluso Page, desde luego se volvería más digerible votar socialista. Por desgracia la palabra de Sánchez ya no vale nada. Un ejemplo elocuente es su baile con la reforma laboral. En 2018, nada más llegar al poder, prometió que su primera medida sería derogarla. Pasaron tres años. Nada. Hace tres semanas volvió a prometerlo con firmeza en el Congreso del PSOE. Pero este domingo reculó otra vez y lo dejó ya en un mero retoque (porque la verdad es que Europa no le deja cepillarse la reforma del PP). ¿Alguien le compraría un coche usado a Sánchez?
Una vez encontrado un líder mínimamente razonable, el segundo requisito para poder votar al PSOE sería que rompiese toda relación con Bildu, el partido sucesor de ETA, y con los separatistas catalanes que hoy sostienen su Gobierno. Además, PSOE y PP deberían alcanzar un pacto general que dé apoyo mutuo para aquellos casos en que la alternativa sea dejar gobiernos en manos de los partidos antiespañoles o del populismo comunista.
Para poder votar al PSOE tendría que acabar con una característica que hoy lo hace insólito respecto a otros partidos foráneos de su cuerda: el Partido Socialista de Sánchez es profundamente antipatriótico. El actual PSOE contempla la idea de España como algo sospechoso y en la práctica se avergüenza de su país (véase su último congreso, donde no se vio ni una sola enseña nacional). De manera asombrosa, el PSOE se postra genuflexo ante los nacionalismos disgregadores, a los que adula de manera acomplejada, incapaz de entender que no hay nada más regresivo y rancio que los aires de superioridad nacionalistas en nombre de supuestas glorias identitarias. Para poder votar al PSOE tendría que dejar de ser el partido filonacionalista en que se ha convertido y pasar a ser una fuerza patriótica de izquierdas (por ejemplo: la lucha unionista del laborismo británico fue clave para salvar al Reino Unido en el referéndum escocés de 2014; son socialistas, pero también patriotas).
Por último, para ser un partido aceptable, el PSOE debería bajar de su nube de gasto atolondrado y aterrizar en el mundo de las realidades contables. También habría de atender a las necesidades de las capas anchas de la sociedad –léase la clase media y las familias–, en lugar de la exagerada victimización de las minorías que hoy centra su discurso.
Es evidente que todo lo enunciado está a años luz del PSOE actual, un partido filonacionalista coaligado con los comunistas y sin un proyecto claro para España más allá de ir desguazándola con vaselina al servicio de su supervivencia cortoplacista. El PSOE ya no responde a sus votantes, sino a una militancia mucho más radicalizada e intolerante que ellos. A España le falla su pierna izquierda. Todo un problema.