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Cuando los sindicatos se olvidan de los trabajadores

Igual que en la década de 1990 casi toda la izquierda roja mutó en izquierda verde, ahora los sindicatos de clase se pueden convertir en sindicatos de causas bonitas. Y serán aclamados por los medios de comunicación

Como no paramos de mejorar, mi último pasmo me lo ha dado este fin de semana la Unión General de Trabajadores. Debo admitir antes de explayarme que nunca he tenido especial simpatía por ningún sindicato. A pesar de ser un trabajador asalariado desde 1989, nunca he tomado contacto con ninguna organización sindical y ni siquiera participé jamás en las elecciones al comité de empresa en mi anterior empleo. Tampoco aprecié nunca que defendiesen muy bien los verdaderos intereses de los trabajadores. Los míos prefiero defendérmelos yo solo.

En mi anterior empresa siempre vi a los sindicalistas preocupados por menudencias. Y cuando surgió algo verdaderamente grave, se quedaron callados. Me estoy refiriendo a la decisión de vender la sede central de la compañía e irse de alquiler a otro edificio (espantoso, pero eso es irrelevante en este caso). A mí me pasmaba que los sindicatos creyeran que no tenían nada que decir ante la inmensa descapitalización de la compañía que suponía cambiar la sede de la empresa por liquidez, porque si algún día el negocio iba mal –y su momento no es precisamente boyante– y había que hacer un cierre, el patrimonio más sólido de la empresa para pagar a los trabajadores sus legítimas indemnizaciones eran sus propiedades inmobiliarias. Pues a lo sindicatos no les pareció un hecho relevante y el edificio se vendió sin el más mínimo reproche.

Me acordaba de esto ayer viendo la fachada del inmenso edificio en el que tiene su sede la UGT en la avenida de América de Madrid. Ahí ha aparecido una pancarta con el logo de UGT y el lema «Una firma por el Mar Menor». Me quedé pasmado. Esto es verdaderamente inverosímil. ¿Qué está haciendo la UGT por defender los intereses de los trabajadores frente al alza del precio de la luz? Ese precio no sólo les afecta por la factura que tengan que pagar los trabajadores en su casa, que no es materia para el papel clásico de los sindicatos. Pero afecta muchísimo a las empresas que les pagan sus salarios y que van camino de la quiebra. O tienen que cerrar durante muchos días por no poder pagar la factura de la electricidad.

Por supuesto que el precio de la luz es un hecho colateral pero gravísimo en este momento. ¿No debería preocupar a UGT el desempleo o las condiciones laborales de los trabajadores? Pues en lo que están es en el Mar Menor. Yo estoy de acuerdo en que allí se vive una tragedia medioambiental. ¡Cómo negarlo! Y que probablemente ha sido provocada por la acción humana –cosa que no ocurre con la mayoría de las desgracias medioambientales que se denuncia a diario en los medios de comunicación–.

Me resulta absolutamente incomprensible que la UGT se dedique ahora a recolectar firmas de causas que nada tienen que ver con los derechos de los trabajadores. Pero, bien pensado, tal vez estemos ante una nueva era en que, como los trabajadores están cada vez más alejados de esos chiringuitos de los que viven unos pocos por no hacer nada en beneficio de la llamada clase obrera, tal vez estén intentando reinventarse y buscar nuevas causas. Igual que en la década de 1990 casi toda la izquierda roja mutó en izquierda verde, ahora los sindicatos de clase se pueden convertir en sindicatos de causas bonitas. Y serán aclamados por los medios de comunicación.