Yolanda deroga a Pedro
Sánchez prefiere una mala cara de Nadia Calviño en el Consejo de Ministros que la sonrisa burlona de Díaz la noche electoral
Pedro Sánchez no construye, acuerda, pacta, negocia. Pedro Sánchez deroga, demuele, desmonta, derriba. Y en vez de poner una vela a Dios (Mariano Rajoy y Fátima Báñez que le resolvieron póstumamente los estragos económicos de la covid) se la ha puesto hoy al diablo, es decir, a Yolanda Díaz, Unai Sordo y Pepe Álvarez. El presidente del Gobierno dice que va a desmontar la reforma laboral de 2012 no porque crea que es lo mejor para España, ni tan siquiera porque esté seguro de que lo pueda hacer contra el criterio de Bruselas, sino porque a progre y antisistema no le gana nadie. Con un pañito caliente sobre la obligatoriedad de que lo apruebe la CEOE (el catecismo que le ha leído Europa) es suficiente. No olvidemos que esta contrarreforma tiene la firma de Arnaldo Otegi. ¿Alguien da más?
El relato se lo ha escrito el CIS: dice Tezanos (cuando le pasa las encuestas de verdad, no las que cocina para la opinión pública), que la lideresa de Unidas Podemos le saca varias cabezas, peinadas y con mechas, y que o capitaliza hoy el desmontaje de la reforma que ha permitido crear más empleo en la última década, o los decibelios en la calle subirán y se convertirán en votos para Podemos. Además, mata dos pájaros de un tiro: da cuartelillo a las momias sindicales, con lo de primar los convenios colectivos, que amenazaban con plantearle una huelguita general y noquea –eso cree él– a la heredera de Iglesias, con la que se verá las caras en las urnas.
Ya si eso luego vendrá el daño económico para España, la hemiplejía del mercado laboral, la inseguridad jurídica, la cara de boxeador noqueado de Garamendi, el portazo a las contrataciones en un país con el paro juvenil más alto de la UE, la estupefacción de Europa e incluso la dignidad de su vicepresidenta primera. Sánchez prefiere una mala cara de Nadia Calviño en el Consejo de Ministros que la sonrisa burlona de Díaz la noche electoral. La primera se resuelve con una remodelación-ejecución de las que le gustan a él y la segunda le lleva directamente a su casa de Pozuelo de Alarcón. No hay color.