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El general McChrystal

Sánchez ha trasladado la percepción de que el Estado acabará cediendo, de que no habrá líderes que defiendan la legalidad, las instituciones y la igualdad de todos los ciudadanos en esos territorios dominados por los nacionalistas

El general de cuatro estrellas Stanley McChrystal, nieto e hijo de militares, es un tipo peculiar que se levanta a las 4:30 de la mañana, come una sola vez al día y vive y viste de manera espartana. Era un general con una trayectoria de 34 años llena de éxitos, entre ellos la captura de Sadam Hussein, muy admirado y respetado por sus tropas, cuando en 2010 Barack Obama lo destituyó como jefe militar de Afganistán, a causa de unas críticas contra el presidente del entorno del general aparecidas en la revista Rolling Stone. El general McChrystal pidió el retiro, y Obama reforzó quizá su imagen de autoridad, pero a costa de debilitar al Ejército en Afganistán.

Algunos años después, ya sabemos cómo acabó aquella misión militar, con una humillante derrota del Ejército estadounidense, con el terrible abandono de los afganos a manos de los talibanes, y con apenas protestas de la adormecida sociedad occidental ante esa lacerante dejación en la defensa de la libertad y de los derechos humanos. A quien no le fue tan mal fue al general McChrystal, que supo reinventarse y trasladar su brillante trayectoria y experiencia como militar a otros campos. Hoy en día es un exitoso conferenciante y escritor en temas de liderazgo, y autor de la mejor reflexión que he leído sobre la derrota en Afganistán. Que vale para explicar esa debacle occidental, pero también la trayectoria de numerosos conflictos políticos.

Ha dicho hace unos días McChrystal, en una entrevista en Time, que la guerra se hace y se decide en la mente de las personas. Y que el triunfo de los talibanes en Afganistán se explica tras 12 años en los que todos los presidentes de Estados Unidos han declarado su intención de retirar las tropas, lo que ha destruido la confianza de los afganos. En ese clima de pérdida de confianza, concluye el general, el miedo, junto a la incompetencia de su Gobierno y su Ejército, dejó a muchos afganos a merced de la propaganda y de la guerra psicológica de los talibanes.

Leyendo las reflexiones de McChrystal sobre la confianza, y tras otra semana de chulería nacionalista en el Congreso, no puedo dejar de pensar en la deriva de los nacionalismos étnicos en España, en la manera en que han extendido su influencia a lo largo de los años, a pesar de la perversión de sus mensajes políticos y de las lamentables consecuencias de un posible triunfo de sus objetivos. Porque se trata también de una cuestión de confianza, de tantos y tantos líderes, Sánchez es el último hasta ahora, que han trasladado la percepción de que el Estado acabará cediendo, de que no habrá líderes que defiendan la legalidad, las instituciones y la igualdad de todos los ciudadanos en esos territorios dominados por los nacionalistas. En ese clima se han hecho fuertes los Rufián de este país y vulnerables los ciudadanos a sus mensajes populistas.

En una cosa discrepo de McChrystal, en su hincapié en la responsabilidad de los líderes políticos. Hoy en día, la responsabilidad de otros liderazgos, culturales, sociales, mediáticos, es al menos igual de importante.