La de Chamberí
Isabel Díaz Ayuso se ha convertido en la obsesión de propios y extraños. Su pecado no es otro que su decisión de bajar la presión impositiva de los madrileños
Prueba irrefutable de su valor político es que arrasó en las urnas y hoy, de celebrarse unas nuevas elecciones, arrasaría con mucha más fuerza. Todos están contra ella. Sus adversarios y sus enemigos, los segundos de su propio partido, dirigidos por «esa panda de niñatos», según Esperanza Aguirre. Más que panda de niñatos, jóvenes mediocres, necesitados del poder para creerse que son algo, cuando están a un paso de convertirse en muy poca cosa. Se creen dueños de su destino, cuando su destino se lo han dibujado millones de votos de los españoles que, hartos de la canallesca composición y estabilidad parlamentaria del actual Gobierno español, no albergan otra esperanza que recuperar una mínima normalidad en la gobernación de España. En el Parlamento de la Comunidad de Madrid se ha destapado como una aguda, mordaz y eficaz parlamentaria, y de eso sabe mucho la intolerable madre y médica Mónica podemita, nauseabunda política, soñadora de pistolas, y más necia que mandada hacer de encargo. La oposición del PSOE en Madrid es como si no existiera, hasta tal punto, que una persona habitualmente bien informada como el que escribe el presente texto, ignora la identidad de su portavoz. Es alguien, pero no recuerdo a qué alguien me refiero.
Isabel Díaz Ayuso se ha convertido en la obsesión de propios y extraños. La Belarra, Sánchez, Urkullu, los de ERC, los etarras de Bildu, el valenciano sonriente, y demás personajes de tercera categoría se han unido para arremeter contra ella. Su pecado no es otro que su decisión de bajar la presión impositiva de los madrileños, sus gobernados. Madrid va como un tiro, y necesitan derribarla. A ello contribuyen los de su partido, el PP, que ha aumentado sus expectativas de voto a pesar de haber perdido el sitio, empezando por el Alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, un inteligente abogado del Estado, que ejerció una brillante oposición al gamberro Gobierno municipal de la extraña Manuela Carmena, y al que también parece molestar la popularidad de la presidenta de la Comunidad.
Conozco desde diez años atrás a Isabel Díaz Ayuso. Escribía en las páginas de Madrid de La Razón muy atinadas columnas. Habla con el desparpajo de Chamberí. Curioso que dos de los barrios más sobresalientes del Madrid de hoy, mezcla de tradición, casticismo y modernidad, tengan apellido francés. Chamberí –Chambery–, y Chamartín. Chamberí es, lógicamente, chamberilero, ingenioso, rápido y conciso. El embajador de Alemania en España, Güido Brunner, hablaba un preciso y natural chamberilero. Su padre era alemán y su madre , madrileña de Chamberí, y con su deje germano, el embajador Brunner presumía de sus raíces castizas. Era gran amigo y compañero de colegio de Juan Garrigues Walker, mi amigo inolvidable. Y Güido le torturaba.
–Soy mucho más madrileño que tú, que procedes de Totana, en tanto que yo vengo directamente de Chamberí.
Isabel es Chamberí, y ahora, de todos los barrios de Madrid y localidades de la Comunidad, triangular y pujante. No le preocupan nada los insultos groseros de la Mónica, madre y médica podemita que apunta pistolas imaginarias y aprovecha la tragedia de un accidente para enfangarse aún más en su propia porquería. Está preparada para enfrentarse con el Gobierno y las autonomías derrochadoras y gorronas. Y también para hacer frente a los suyos, aunque esta situación le asombre como sume en el estupor a la mayoría de sus votantes. Casado, Teo, la Gamarra y Almeida son sus enemigos. Así de claro. Tres mediocres y un político inteligente que se siente seguro entre la mediocridad. Isabel Ayuso solo puede ser derrotada a cambio de la destrucción de su propio partido. A cambio de la traición a los votantes del Partido Popular. A cambio de la ignominia y el sometimiento a Sánchez. Pero ella, la chamberilera, cuando alguien le dice que se someta a las tonterías de Casado, Teo y Cuca Gamarra, exclama con la fuerza de su barrio:
¡Anda ya!