El coste de un plato de lentejas
Manuel Fraga, el león de Villalba, aquel torbellino que unió a la derecha, solía reprocharle a Felipe González, cuando era oficialmente el jefe de la oposición, que «lo importante es lo que le cuesta a la gente normal el plato de lentejas». Felipe, estadista de enorme intuición, confesaba a su entorno más cercano que esas intervenciones del líder de la derecha les hacían mucho daño. Y eso que el entorno más cercano de Fraga siempre criticaba al bueno de don Manuel por considerarlo muy tibio en su oposición a los socialistas. Cosas de la derecha española, que, en esa manía cainita, nunca cambiará. Pues bien, ahora, tras la resiliencia, la batalla de géneros, el lenguaje inclusivo y la desmemoria de la memoria democrática –por cierto, profundamente antidemocrática– resulta que de nuevo lo importante son las lentejas... y los yogures, el pan, los garbanzos…; la cesta de la compra que, junto con la luz, se ha encarecido sobremanera y nos ha hecho, de repente, más pobres. La inflación, llamada el impuesto de los pobres, se dispara y los alimentos básicos cuestan hoy una cuarta parte más que hace un año. Es decir, que su sueldo vale hoy un 25 por ciento menos que hace un año. No sé, honestamente, de qué puede presumir este Gobierno. Desde luego, de mejorarnos la vida a las clases media y baja, no. En la profesión periodística sigue estando vigente aquella frase de «¡cuántas cigalas tengo que comer para llevarme un plato de lentejas a casa!». Pues eso, las lentejas, Sánchez, las lentejas.