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Brava Polonia

En Hungría y en Polonia no se discute si las mujeres pueden llevar el hiyab, el niqab, el chador o el burka. En Polonia y Hungría se defiende la libertad, incluida la de los rostros de las mujeres

El Muro de Berlín, la frontera entre la libertad y el comunismo, fue derribado físicamente a mazazos de los jóvenes berlineses del Este. Pero en realidad, cayó gracias a cuatro hombres, aborrecidos por el comunismo. Uno de ellos era comunista, Miháil Gorbachov, que se mostró pragmático ante lo inevitable. El fracaso del sistema soviético. Los tres restantes, dos polacos y un norteamericano. El Papa Juan Pablo II, procedente de la Iglesia perseguida por nazis y comunistas, con la Fe del carretero y el coraje del buen polaco, y Lech Walessa, fundador y dirigente del Sindicato «Solidarinosc», dirigente obrero que alzó a la clase trabajadora y esclavizada por la URSS contra la tiranía. Y el presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan, «ese mal actor de cine» según la paleta izquierda española. Recuerdo una tertulia en la emisora de radio de la Comunidad de Madrid, en la que la gran analista y joven piropeada por los machistas callejeros durante el franquismo, Cristina Almeida, se limitó a definir a Ronald Reagan como «el típico tonto americano». El típico tonto demostró a la URSS que podría durar tres días si una indeseable guerra se librara desde el espacio. Al caer el muro que se levantó para que los del Este no huyeran al Oeste, porque nadie del Oeste en treinta años intentó superarlo en sentido contrario, el comunismo se rindió, y millones de desamparados miembros del Partido y militantes rasos, se cobijaron bajo otros tejados que les ofrecían futuros más cálidos, como el feminismo, el ecologismo y demás «ismos» anestésicos.

Tres naciones subyugadas por la URSS ya habían derramado sangre y lágrimas por la libertad. Hungría, Polonia y Checoslovaquia. Budapest, Varsovia y Praga. Hoy en día, el anticomunismo más inflexible impera con especial resistencia en Polonia y Hungría, siempre perseguidas. Por los nazis, por los comunistas, y ahora, por la Unión Europea.

Bielorrusia –Biélaia Rassía, la Rusia Blanca–, malvive en una tiranía comunista presidida por Lukashenko, un títere de Putin. No hay que olvidar que Putin, que en Rusia ha desarrollado un régimen económicamente liberal dentro de una extravagante «democracia», era alto dirigente de la terrible KGB cuando el Muro de Berlín fue derribado. Y Lukashenko ha decidido atacar la frontera con Polonia con miles de musulmanes y kurdos. Quizá Lukashenko no se ha documentado lo suficiente respecto a Polonia y los polacos.

Sorprendentemente, la Unión Europea, no ha reaccionado ante el ataque a su frontera . La señorita Úrsula van der Leyen, y el señorito José –ahora Josep– Borrell, ayer Pepe Borrell para sus amigos y hoy , por lógica deducción Pepet Borrell, están en otras cosas. Entre esas otras cosas, a favor de Lukashenko y del intento de invasión de la frontera de un Estado miembro de la Unión. Ella atiza a Polonia y a Hungría por no someterse a la gilipollez buenista de la invasión musulmana, –Dinamarca ya ha reconocido su equivocación–, y Borrell no reacciona porque su única obsesión al frente de la política exterior de la Unión Europea, no es otra que seguir a rajatabla las indicaciones de Zapatero, Sánchez y Podemos y mantenerse como Mamporrero Jefe en la Unión Europea del canalla dictador de Venezuela, el culto y distinguido Nicolás Maduro. Pero, a Dios gracias, Polonia es mucha Polonia, y a pesar de las agresiones, sanciones y desprecios enviados desde Bruselas, mantendrán intacta la libertad de Europa ante los ataques de los inmigrantes que Lukashenko ha enviado a la frontera. En Hungría y en Polonia no se discute si las mujeres pueden llevar el hiyab, el niqab, el chador o el burka. En Polonia y Hungría se defiende la libertad, incluida la de los rostros de las mujeres.

Me extraña que otras naciones de la UE, España entre ellas, no hayan ofrecido ayuda militar a la nación que nos está defendiendo a todos los europeos. Porque la libertad que defiende Polonia es la libertad de todos los ciudadanos de Europa. Y desde mi libertad, individual y soberana, les agradezco a los polacos su admirable coraje. En el nombre de mis hijos y de mis nietos.