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Una historia sobre la nada y la esperanza

Todos los padres a los que las televisiones preguntaban mientras recogían a sus hijos hablaban de «la voluntad de Dios» y de «rezar mucho». Ni histeria, ni malos modos

En una tarde de convalecencia médica en la última semana me he leído un breve libro de una belleza estremecedora: Una historia sobre la nada... y la esperanza, del gran maestro Jean d'Ormesson (Ediciones Sígueme, Salamanca 2019). Tiene gracia cómo he llegado a él. Jean d'Ormesson es uno de mis autores favoritos desde la década de 1980; fue director de Le Figaro, miembro de la Academia Francesa y algo tuve que ver con que en 2002 ganara el Premio Luca de Tena.

D'Ormesson pubicó la versión original de su libro en 2014 con el título Comme un chant d'espérance, algo ligeramente distinto. Yo no conocía su existencia hasta que el pasado 21 de octubre la periodista Isabel Lozano me hizo una entrevista en Leer por leer, una publicación en la que se pregunta a autores sobre el libro que acaban de publicar y sobre sus libros favoritos. Yo acababa de publicar mis Memorias de un periodista. Treinta años en ABC y mis respuestas iban salpicadas por ellos, de sugerencias de libros o autores a los que yo hacía referencia. El que incluyeron de D'Ormesson no sólo no lo había leído. No tenía noticia de su existencia.

El libro tiene 52 capítulos y 126 páginas. Es decir, casi todos esos capítulos tienen una o dos páginas de extensión y son una bellísima reflexión sobre cómo el universo tiene una historia que necesariamente cuenta con un principio y un final o cómo nuestras vidas tienen misterios a los que la ciencia es incapaz de dar respuesta. Con una belleza literaria deslumbrante y con unos razonamiento científicos sólidos, D'Ormesson deja al lector ante una evidencia difícilmente refutable sobre la existencia de Dios. Es este un principio que siempre ha impregnado la literatura de D'Ormesson.

El primer gran éxito de D'Ormesson en 1974 fue Por capricho de Dios, libro del que se hizo una serie de televisión de enorme éxito. Trataba sobre la decadencia de una de las grandes familias ducales de Francia –la de su abuela materna– y hacía un retrato casi perfecto de ese lento declinar que concluye con la familia abandonando el castillo de Plessiz lez Vaudreil, tras ser su hogar durante siglos. Lo hacen en un modesto Citröen en la década de 1960. En el glosario de personajes que se publicaba al final de la obra hay más de un centenar de entradas. La más sorprendente es «Dios: Amigo de la familia. Últimamente falla un poco».

Mientras leía Una historia sobre la nada y la esperanza a principios de la semana, Madrid seguía conmocionado por el accidente de circulación en el que una madre atropelló a tres niñas a la puerta del Colegio Montealto, muriendo una de ellas. Pero la impresión fue mayor, si cabe, al ver la reacción de los padres y hermanos pidiendo por «la que más estaba sufriendo»: la conductora del coche, que asistió al funeral de la víctima. Qué orgullo ser parte de cualquier manera de un colegio en el que se pueden enseñar valores con tanta solidez. Todos los padres a los que las televisiones preguntaban, mientras recogían a sus hijos, hablaban de «la voluntad de Dios» y de «rezar mucho». Ni histeria, ni malos modos.

Creyentes y no creyentes tenemos mucho que aprender del desgraciado accidente del Colegio Montealto y creo que el libro de D'Ormesson puede ser un complemento perfecto para los no creyentes por las reflexiones que puede motivar, y para los creyentes porque la belleza es combustible para el alma.