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La fascista y la comunista

Es intolerable que se banalice el fascismo, dicen cuando aparece Peralta en los medios, pero les parece perfecto que Díaz legitime la historia criminal del comunismo

La izquierda celebra y encumbra estos días a Yolanda Díaz. Multiplica sus fotografías y apariciones públicas, hace crónicas con sus caros vestidos y peinados. Difunde con entusiasmo sus populistas y lamentables intervenciones en el Congreso, como si de una nueva estrella política se tratara. Quita votos a Pedro Sánchez y gusta a los votantes socialistas, dicen los medios. Hasta el CIS colabora; es la líder más valorada, destaca con deleite en la misma página donde manipula la intención de voto para perjudicar al PP. Se alborozan con su defensa del velo, del símbolo de la opresión de las mujeres musulmanas, en la cumbre del feminismo ultraizquierdista e islamista de Valencia. Hasta los empresarios se emocionan en sus encuentros e inmortalizan sonrientes sus simpáticas negociaciones.

A nadie parece importarle que su nuevo referente sea comunista. De carnet del Partido Comunista y de firmes creencias. Defensora de las dictaduras comunistas, dice Yolanda Díaz que el comunismo es igual a democracia y libertad. Recientemente prologó el Manifiesto Comunista de Marx y Engels, esa llamada a establecer la dictadura del proletariado, y pidió con arrobo y admiración que siguiéramos persiguiendo esa utopía.

Pues bien, al menos a media España no parece inquietarle que la comunista admiradora de dictaduras, Yolanda Díaz, aspire a presidir el Gobierno de España y se haya lanzado a formar una nueva plataforma electoral con ese fin. Esa misma media España se horroriza, sin embargo, ante su equivalente en el otro extremo, la fascista Isabel Peralta. Peralta es mucho más joven y apenas tiene formación, detalle que, como es bien sabido, es poco relevante hoy en día para que te consideren líder mundial, y ahí tenemos a masas enfervorizadas y hasta a jefes de Estado a los pies de Greta Thunberg. Pero Peralta, como Díaz, tiene tirón mediático, y también proclama sin complejos su admiración por los dictadores.

La fascista Peralta niega el Holocausto, lo que produce la lógica indignación generalizada. Pero la comunista Díaz también niega los 100 millones de víctimas de los totalitarismos comunistas, mientras media España sonríe y comenta su último vestido y los mechones cada día más rubios, sin que esos 100 millones de muertos parezcan importar. Es intolerable que se banalice el fascismo, dicen cuando aparece Peralta en los medios, pero les parece perfecto que Díaz legitime la historia criminal del comunismo. La una hace el saludo fascista, la otra el saludo comunista mientras canta la Internacional.

La Fiscalía ha denunciado recientemente a Peralta por sus manifestaciones contra la inmigración y contra el islam en una concentración frente a la embajada de Marruecos. Y su perfil de Twitter está lleno de comentarios racistas, homófobos y antisemitas. Sin embargo, los mismos que denuncian por eso a la fascista, están de acuerdo con la comunista en la defensa del rapero violento y condenado Pablo Hásel, en los cientos de actos de acoso a políticos de la derecha, en sus ilegales Rodea el Congreso, o en su defensa de Isa Serra por agredir a policías.

Esta es la cultura política que aún caracteriza a España, la que explica entre otras muchas cosas la nueva ley de memoria que quieren imponer izquierda y nacionalistas, con un rechazo de los totalitarismos nazi y fascistas y un blanqueamiento de los comunistas y de las violencias de extrema izquierda. Yolanda Díaz es el símbolo de esa cultura política.