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Garzón y Garzón

Los hermanos Garzón, Alberto y Eduardo, son comunistas, enchufados, y despoblados de neuronas

Los Garzón son muy especiales. Hermanos. Poco, nada, o menos que nada dotados. Lo de «poco dotados» se lo oí por primera vez a Matías Prats en la retransmisión de un partido de la Copa de Europa del Real Madrid contra un equipo de tuercebotas, el Jeunesse de Luxemburgo. Del conjunto luxemburgués sólo había un futbolista que supiera que el balón era redondo. Un danés llamado Sorenssen, rotundamente calvo, como Yul Brinner. Y dijo don Matías: «Reconocerán a Sorenssen por ser el menos dotado de frondosidad pilosa». Los hermanos Garzón, Alberto y Eduardo, son comunistas, enchufados, y despoblados de neuronas. Pero Garzón & Garzón como marca comercial suena bastante bien, más aún si entra en la sociedad el tercer Garzón, Baltasar, que nada tiene que ver, excepto en el comunismo compartido, con esa pareja de chorlitos. «Garzón, Garzón & Garzón», qué maravilla. Hace años, la mujer y la hija de un banquero, inauguraron una tienda de corbatas en Madrid, Chris & Chris, por la sencilla razón de que tanto una como la otra se hacían llamar Chris. Un amigo mío tuvo un problema en el banco que presidía el marido de Chris y padre de Chris, y se vengó con una broma. Entró en la tienda y preguntó: 

–¿Está Chris?

Y la cuestionada respondió: 

–Soy yo. 

–No me refiero a usted. Pregunto por la otra Chris. 

Y la Chris madre le gritó a Chris hija. 

–¡Chris, un señor pregunta por ti!

Salió la hija del despacho y se presentó: 

–Soy Chris. 

Entonces mi amigo insistió: 

–¿Hay una tercera Chris? 

–No –respondieron las Chris al unísono. 

–En tal caso me voy. Yo sólo compro en comercios con tres generaciones. 

En ese aspecto, los ingleses son ejemplares. Aunque se llamen igual, respetan la jerarquía. Cuentan de un cliente que llamó a su despacho de abogados, «Hogdson, Hogdson, Hogsdon & Hogdson». Y preguntó: 

–¿Está el señor Hogdson?

La telefonista puso voz de trance irreparable. 

–El señor Hogdson falleció el pasado viernes.

–Entonces ¿ podría hablar con el señor Hogdson? 

-Hoy es jueves, y el señor Hogdson está jugando su partida de golf. 

–¿Sería, en tal caso, tan amable de comunicarme con el señor Hogdson? 

–El señor Hogdson no ha llegado aún al despacho. Estará aquí en cuarenta minutos. 

–En vista de ello, me gustaría hablar con el señor Hogdson. 

–Se lo paso inmediatamente. 

Y le pasaron al cuarto Hogdson en la jerarquía.

De los hermanos Garzón, de Eduardo, que dicen que es economista, y compite con frenesí por superar en el escalafón de capullos a su hermano el ministro de Consumo y demás cosas, ha surgido un pensamiento, una máxima, una sentencia insuperable. «Los ingresos de los funcionarios provienen del gasto del Estado, no de ningún impuesto. Eso es un mito para que la gente crea que el Estado es un parásito. Es sólo un mito». De acuerdo, don Eduardo. Después de haber regalado al mundo un descubrimiento económico tan excepcional, le rogamos que nos explique de dónde obtiene el dinero el Estado para los gastos de Estado si no provienen de los impuestos. Los insufribles impuestos que padecemos los españoles desde los tiempos del inefable Cristóbal Montoro, y que han aumentado con los comunistas, como era de prever, son los que nutren al Estado para que derroche los gastos del Estado, merluzo, que es usted un merluzo como su señor hermano, escrito sea desde la mayor y más falsa cordialidad.

Queda suyo, atentísimo pagador.