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De la supuesta «ultraderecha»

El lenguaje políticamente correcto se va imponiendo y la peor izquierda va asentándose en la mente de bienintencionados autores, intelectuales y periodistas que, probablemente sin querer, le están haciendo el juego a quienes quieren llevárselos por delante

La mayoría de los medios de comunicación españoles, públicos y privados, padecen una grave hemiplejia que les lleva a medir con diferente rasero las posiciones políticas y propuestas programáticas de algunos partidos a los que rápidamente califican de «ultras» si están en el ámbito conservador. Pero ustedes nunca verán que en esos medios de comunicación a nadie se le califica de ultraizquierda. Ni Juan Carlos Monedero, defensor de la dictadura venezolana, es ultra, tan moderado él.

Acabamos de tener un buen ejemplo de esta doble moral en la presentación de los resultados electorales de la primera vuelta de las elecciones presidenciales de Chile del pasado domingo. La mayoría de los medios de comunicación, empezando por la Agencia Efe, han descrito como de ultraderecha al ganador de la primera vuelta, José Antonio Kast. Llamándose José Antonio, qué se podía esperar. Sólo les ha faltado señalar que lanzó su campaña presidencial el 18 de julio pasado. Y si llega a haber ido el sábado por la tarde a una Misa en la que se pidiese por el alma de Francisco Franco, ni les cuento. Y si, además eres católico, miembro del Movimiento Apostólico de Schönstatt y padre de 9 hijos, olvídate de que te apeen el apelativo de «ultraderechista». Pero la realidad es que, como sostiene el político liberal y expresidente de la Cámara de Diputados de Chile, Jorge Schaulsohn, «Kast es un político extremadamente conservador, más en la tradición de Margaret Thatcher que Marine Le Pen; no es un fascista que represente una amenaza para la democracia representativa, ni un racista, ni homofóbico, ni un demagogo populista como Trump pero sí un implacable anticomunista, enemigo de todo lo que se considera 'políticamente correcto'». Y claro, para esta izquierda dominante, para los socialistas de todos los partidos, que diría Hayek, lo políticamente incorrecto es equivalente de lo fascistoide.

En el campo contrario, el candidato que ha pasado a la segunda vuelta es Gabriel Boric, un izquierdista que la inmensa mayoría de los medios no considera que haya hecho méritos suficientes para ser llamado «ultra». Está a la izquierda del Partido Socialista, tiene el apoyo del Partido Comunista, y hace tres años tuvo la idea de ir a París a visitar a Ricardo Palma Salamanca, huido de la justicia chilena y fugado de la cárcel del mismo país a la que había sido condenado por el asesinato del senador Jaime Guzmán cuando salía de dar sus clases de Derecho Constitucional en la Universidad Católica.

Pero no. El amigo del asesino no es un «ultra».

El lenguaje políticamente correcto se va imponiendo y la peor izquierda va asentándose en la mente de bienintencionados autores, intelectuales y periodistas que, probablemente sin querer, le están haciendo el juego a quienes quieren llevárselos por delante.

España, año de Gracia de 2021.