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La mancha de aceite nacionalista

La contraprestación que demanda Otegi no cuesta dinero: sólo quiere emitir su canal infantil en Navarra. Todo sea por retorcer las dóciles mentes de los niños para ganar la anexión cuando se conviertan en votantes

Cuando el terrorismo asolaba el País Vasco y buena parte de España, los dos grandes partidos nacionales hacían un esfuerzo para explicar a sus votantes descreídos la razón por la que valía la pena pelear contra el separatismo racista y radical. No sólo estaban obligados a mantener la integridad territorial de España o a cumplir y hacer cumplir la ley o a proteger la vida de los ciudadanos, que son mandatos constitucionales. Sentían también el mandato moral de no dejar abandonada a su suerte a la mitad de la población que creía en España, que se sentía española y que vivía escondida y con miedo a que los de las capuchas y las pistolas llamaran un día a su puerta o las de sus hijos.

Hoy, los herederos de Batasuna ya no matan, hacen política, una opción mucho más rentable y menos arriesgada. En la negociación del presupuesto, para no pasar desapercibido en una sopa de siglas, Otegi ha madrugado a la hora de ofrecer su apoyo. La contraprestación que demanda no cuesta dinero: sólo quiere emitir su canal infantil en Navarra. Todo sea por retorcer las dóciles mentes de los niños para ganar la anexión cuando se conviertan en votantes. Es posible, incluso, que ni siquiera ese futuro le importe en este momento. Lo relevante es que le dará réditos electorales en los próximos comicios.

En esa carrera por la anexión en los márgenes del territorio autonómico, a los de Urkullu les ha dado por hacer vinos. Posiblemente, a nadie le sorprenda que el PNV haya decidido fijar su atención en los dineros. Todo sea por extender la red clientelar aun a costa de cargarse la Denominación de Origen Rioja, la garantía de calidad de los caldos. Es la otra cara de la misma moneda: la expansión, cual mancha de aceite, en los márgenes del territorio en que gobierna. Ya caerán los votos agradecidos.

En ambos casos, el del PNV y el de Bildu, va en su naturaleza. Sería un intento, uno más, de ganar fuerza y poder a costa del resto de españoles. Su gran baza es que al otro lado, una parte del PSOE, la que gobierna, se ha quedado sin argumentos para defender la igualdad de oportunidades del resto de los españoles. Quizá sea porque ETA ya no mata, pero ya no hay mandato moral que pueda alejarlos del poder, ni siquiera para hacer cumplir las sentencias del Tribunal Supremo. Aunque eso suponga convertir a miles de niños en cobayas de un proyecto de ingeniería social con precedentes que más valdría condenar a un rincón oscuro de la historia.