Fundado en 1910

El mueble-bar

Lo malo es que los votos de Bildu y ERC son fundamentales para permanecer en La Moncloa, y entre la lealtad a la palabra y la obediencia a su mujer, lo segundo es lo primero

No albergo ningún tipo de duda de que Pedro Sánchez ha actuado con lealtad a sus principios pactando los presupuestos con los separatistas catalanes, los herederos de la ETA y el golfo de Teruel Existe, que no vive en Teruel, sino en Valencia. Pedro Sánchez tiene las ideas muy claras. «Si no entrego España a los que odian a España, me quedo sin La Moncloa, sin La Mareta, sin La Marismilla, sin mi “Falcón” y sin mi “Superpuma”». Lo encuentro perfectamente coherente. Y comprensible. Sánchez ha dominado a todos los borregos de su partido, y los ha mezclado con los estalinistas de la pijería andante y semoviente. Ha gobernado gracias a ellos y a sus nuevos socios, los separatistas catalanes y los muchachos de Otegi. Derrocha el dinero y no obedece al Tribunal de Cuentas. Miente como un turco, y nadie de los suyos o de sus socios le pide explicaciones. Sánchez hace muy bien en disfrutar de su chollo, aunque su bien se traduzca en el peor mal para España y los españoles, lo cual le importa un pito, o escrito con más elegancia, un bledo. El viejo socialismo constitucionalista afea su comportamiento, pero a la hora de la verdad, calla con mansedumbre por miedo a la pérdida de sus privilegios. Y además, Sánchez es un hombre enamorado, y lo último que haría es disgustar a su mujer. En ese aspecto su actitud alcanza cumbres emocionantes. Todo, menos disgustar a Begoña, que ha encargado para el salón principal de La Moncloa que le hagan a medida un mueble-bar. Un hortera, que es condición y no desprecio, sin mueble-bar, es como una biblioteca sin libros. Se lo tendrán dispuesto, según me han informado los carpinteros, para inaugurarlo en la próxima «Navidaz», como dice el suegro.

Cuando un dirigente mundial necesita para seguir destacando entre los dirigentes mundiales los apoyos lógicos que sumen una mayoría, esos apoyos adquieren la categoría de indispensables. Sólo los que piden merecen los regalos. Peticiones completamente asumibles, como no acatar las sentencias del Tribunal Supremo, no sentirse señalado cuando el Tribunal Constitucional resuelve condenarlo por dos veces por inconstitucional, no cumplir con las promesas de ayudas para paliar el desconsuelo y la orfandad de los palmeños que se han quedado sin nada, aumentar los impuestos a una ciudadanía en trance de declararse quebrada, usar de los fondos europeos para mariscar a los Sindicatos con 100 millones de euros, y entregar a los que desean destrozar España los millones necesarios para que lleven su deseo a buen fin. Mientras ello mantenga a la familia Sánchez Gómez en La Moncloa, La Mareta, La Marismilla, el «Falcon» y el «Superpuma» la lógica se impone al escándalo, que por otra parte, no le escandaliza nada de nada. Y más aún, cuando en La Moncloa están pendientes los asesores de muebles y adornos, del mueble-bar que están a punto de culminar los carpinteros oficiales para que puedan disfrutarlo con sus familiares y amigos gorrones en la próxima y ya inmediata «Navidaz», como dice el suegro.

Puede caer mejor o peor, y en mi caso es lo segundo. Pero nadie le puede negar coherencia en sus actos y decisiones. Cuando no había probado las mieles del Poder, juró que jamás pactaría con Podemos y con una contundencia admirable, respondió a un periodista en entrevista de una cadena de televisión, que «le aseguraba y se lo repetía veinte veces sin problema, que nunca osaría alcanzar un pacto con Bildu». Lo malo es que los votos de Bildu y ERC son fundamentales para permanecer en La Moncloa, y entre la lealtad a la palabra y la obediencia a su mujer, lo segundo es lo primero. Más aún cuando está de camino el mueble-bar del salón de La Moncloa, y los adornos del árbol de «Navidaz», como dice el suegro.

Coherencia y sencillez. Así es nuestro Pedro.