Fundado en 1910

Un enfoque anacrónico

Es tiempo de redefinir nuestra política en el conjunto de la región, dejando atrás planteamientos anacrónicos y en estrecho diálogo con nuestros aliados norteamericanos y europeos

El relativo aislamiento diplomático que sufrió el régimen de Franco llevó a la diplomacia española en aquellos días a buscar aliados donde se pudiera, no donde se deseaba. De aquellos días procede la «tradicional amistad» con el Mundo Árabe, con el que nos unía el rechazo a la injerencia de las democracias occidentales en asuntos internos de cada uno de aquellos estados. Esa relación se convirtió en un activo del que nuestra diplomacia no deseó desprenderse cuando el aislamiento tocó a su fin. El precio a pagar era Israel. A pesar del importante vínculo histórico con el mundo judío se primaba la relación con estados que poco tenían que ver con los valores y principios sobre los que se sustenta la Constitución de 1978.

La vida da muchas vueltas. Los Acuerdos Abraham son el acta notarial de una nueva configuración regional. Ante la gravedad de la amenaza que supone para estos estados la política iraní, muy especialmente su programa nuclear, y la concentración de la presencia de Estados Unidos en la región Indo-Pacífico, los estados árabes «moderados» e Israel han constituido un bloque diplomático con importantes repercusiones en las esferas económica, militar y de inteligencia. España no ha sabido reaccionar ante este cambio y hoy se ve desbordada por sus efectos. Las sustituciones que se han venido sucediendo a todos los niveles en nuestro Ministerio de Asuntos Exteriores y la falta de criterio de la Presidencia del Gobierno a la hora de marcar las líneas de acción están detrás de esta lamentable situación.

Marruecos se siente más segura que nunca. Aprendió la lección de que hay que contar con aliados fuertes a la hora de echar un pulso a una potencia europea y hoy cuenta con el respaldo de Estados Unidos, Francia e Israel. La firmeza de su política exterior, quizás excesiva, refleja el convencimiento de su fortaleza. Una actitud que refuerza ante los titubeos de nuestra diplomacia, temerosa de que la situación se le pueda ir definitivamente de las manos. Sólo la Armada parece estar a la altura de las circunstancias, haciéndose presente en nuestras aguas de soberanía y adyacentes.

No lo tenemos fácil. La diplomacia de Trump, tan sofisticada como su autor, ha empujado a Argelia hacia Rusia, Turquía e Irán. Nuestra dependencia del gas argelino aconseja mantener un entendimiento con este frágil y problemático vecino al tiempo que se busca un acuerdo con Marruecos, el país que más problemas nos puede causar directa o indirectamente, por propia voluntad o a causa de sus tensiones internas.

Es tiempo de redefinir nuestra política en el conjunto de la región, dejando atrás planteamientos anacrónicos y en estrecho diálogo con nuestros aliados norteamericanos y europeos. No podemos seguir estando al albur de las decisiones de otros, supuestos amigos que nos ignoran por la irrelevancia de nuestro gobierno y por mantener una diplomacia incoherente con los fundamentos de nuestro orden constitucional. No se trata sólo de resolver los flecos, que son muchos e importantes, sino de hacer política.