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Ada Colau

Colau, una pija que se cree el pijoaparte de Marsé, es responsable directa de no haber dado una vivienda alternativa a esa pobre gente. También de no haber inspeccionado la seguridad del local donde malvivían

Ada Colau se hizo famosa disfrazada de «Supervivienda», la heroína con superpoderes para detener desahucios que parecía salida de una despedida de soltera chunga.

La dama en cuestión, ataviada con conjunto amarillo chillón pero no tanto como su voz, fue elevada a los altares mediáticos por el mismo tipo de comunicadores que transformaron luego a Rodrigo Lanza, el asesino de Víctor Laínez, en un mártir de la represión tras dejar parapléjico a un guardia urbano de Barcelona.

A Lanza, un jumento animado a delinquir, le hicieron incluso un documental, Ciudad Muerta, con patrocinio del Ayuntamiento condal y parabienes de la izquierda salvada, acostumbrada a colar évolas como un piano para que el salvaje de turno se sienta como las víctimas de El crimen de Cuenca.

Allí estaba, en ese aquelarre a favor de la violencia, Ada Colau, instigando al tal Lanza a que terminara pateando en la cabeza hasta a morir a un buen hombre que, el muy provocador, vestía tirantes con la bandera de España.

En esos dos pilares, el disfraz de tarada y la complicidad con los peores, edificó su imagen la alcaldesa en cuestión, dedicada en cuerpo y alma desde su proclamación por el PSC a que Barcelona conserve su B inicial pero se transforme sin freno en una copia de Bagdad.

No hay abuso ni degradación que no tenga el incentivo de la fundadora de los Comunes, la facción independentista de Podemos que ahora quiere apiolar a Ione Petarda para promocionar a la Fashionaria como vocal de Las Chunguitas: no va a tener precio escucharle el We are the world cañí a la buena de Yoli secundada en los coros por Mónica García y Mónica Oltra, con la propia Colau a los bongos.

Toda la hojalata que es la edil se ha visto con la tristísima muerte de una familia entera en un incendio desatado en un local okupado en Barcelona. Al conocerse que entre las víctimas había un niño de un añito y otro de tres, la alcaldesa se limitó a escurrir el bulto y a culpar a los bancos, que son a la economía lo que Franco a la política. Meros comodines.

Ni una lágrima. Ni un perdón. Nada. Colau, una pija que se cree el pijoaparte de Marsé, es responsable directa de no haber dado una vivienda alternativa a esa pobre gente. También de no haber inspeccionado la seguridad del local donde malvivían.

Y finalmente de haberles incitado a instalarse en Barcelona al reclamo de su tolerancia con la okupación, legalizada por el Gobierno de Sánchez durante el estado de alarma en otra bajada a los infiernos del presidente que padecemos.

Los desahuciados, en fin, fueron una excusa para promocionar a una indocumentada. Y los muertos serán, o deberían ser, el epitafio de tan onerosa impostura: ibas de Batman, heroína, pero se ha caído la careta y ya solo se ve el maquillaje del Jóker.