Las clases de Gonzo
Han empezado por censurar periodistas, seguirán por mandarlos al paro y a los que queden les terminarán uniformando para que no osen llevar abrigos de piel
No sabemos preguntar. Rufián, formado en la escuela diplomática de la patada a los policías, los homenajes a los asesinos y el insulto a cascoporro, impone el paradigma de la nueva praxis periodística. La fórmula de la cocacola la emplea en su programa Esty Quesada ('Soy una pringada'). Sí, sí, el costalero de Pedro Sánchez tiene un programita en internet, donde hace de superguay incisivo preguntando con hondura, sobre los problemas del currela de Mataró o de la dependienta de la mercería del paseo de Gràcia. Una de sus últimas invitadas ha sido Laura Fa. ¿Que quién es esta señora que va dando la nota? Una tertuliana de Sálvame. Con ella, Rufián ejerció el servicio público de todo buen profesional: «¿Cómo se lleva con Matamoros? ¿Y con Belén Esteban?», disparaba Rufián a su invitada. Lo mejor fue cuando entrevistador y entrevistada llamaron machirulo a Bertín Osborne. Mejórenlo si pueden los periodistas de siempre.
Adiós al Manual de Redacción Periodística de Martínez Albertos que chapé durante la carrera. Adiós a esas magistrales clases de Teoría de la Información de Ángel Benito. Los totalitarios que mandan en España han abierto una Facultad volandera de Ciencias de la Información, que imparte títulos en función de lo amiguito que seas de los profesores que, albricias, no son otros que los jefes de Prensa de los socios del Gobierno. Un claustro de altura que dirige la responsable de Comunicación del PNV, a la sazón novia de Rufián. No me digan que estos políticos no cuidan a la familia.
¿Y dónde han aprendido a hacer preguntas estos asalariados de Sánchez, Aitor Esteban, Rufián, Otegi y Echenique? Pues en las fuentes de autoridad, en esos profesionales de la comunicación que «no alimentan burbujas mediáticas de la ultraderecha» (se lo he tomado prestado al líder de ERC para ir adiestrándome en el nuevo periodismo). Aquí la palma del magisterio se la lleva El Gran Wyoming, un alma cándida que llama día sí y día no «mierda», «ultra» y «corrupto» al PP o «fascista» a Vox. Sus clases más demandadas son las que resultan de enviar a los Gonzo de turno a acosar a los políticos o periodistas que no le gustan, o a meterles la alcachofa en los ojos, o a formular preguntas-trampa sin respuesta, una vieja táctica de los reporteros asfálticos del corazón para ridiculizar al perseguido. periodismo de altura del que Rufián es devoto.
Luego hay auténticas lecciones magistrales de respeto al personaje público, como la que nos impartió aquella reportera mandada por Jesús Cintora hace unos meses desde la tele de todos a hostigar a Rajoy cuando hacía algo de tanta trascendencia pública como echar unas carreras para bajar el colesterol. La docencia de la periodista, que terminó enfadando hasta al santo Job que habita en Rajoy, pasará a la historia como un ejemplo de periodismo del régimen. Y ya el doctorado habrá que sacárselo tomando buena nota del respeto del profesor Iglesias a la libertad de expresión. Como el día que le molestó una pregunta de una periodista sobre las deudas contraídas con Europa (qué insolencia la de la colega) y con su superioridad moral ironizó sobre el abrigo de piel de la informadora, ante las risotadas de los palmeros, digo, de los compañeros.
Han empezado por censurar periodistas, seguirán por mandarlos al paro y a los que queden les terminarán uniformando para que no osen llevar abrigos de piel. Y ahí los supervivientes de la guadaña de Meritxell Batet, que hoy callan como Belinda, que se aten los machos, a juzgar por los discutibles gustos estéticos de los catedráticos. Creo que no sobreviviré a la purga, pero si se obra el milagro, me pido de estilista a Yolanda Díaz. No me veo con las trazas de Ione Belarra o de El Rastas.
Y mientras esto sucede, la Asociación de la Prensa en la equidistancia.