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Viajar en tiempos de la covid

El sistema no aceptaba ese test que sólo es válido para los que van a viajar fuera del Reino Unido. Lo que suena como «no sabemos si de verdad no lo tienen, pero si infectan a otros, ése es su problema»

En la Europa de entreguerras todavía se viajaba sin pasaportes por la simple razón de que nadie te los pedía. El documento se volvió imprescindible tras la Segunda Guerra Mundial. En las décadas de 1970 y 1980 yo viajaba a Inglaterra en pantalón corto y provisto de un pasaporte que me sellaban cada vez que pasaba ante un aduanero. Hoy en día hay que irse a Tombuctú para que te sellen un documento, pero te tatúan la cara en cualquier esquina. En esa época las señoras viajaban con unas maletitas de mano llamadas nécessaire en las que portaban sus elementos de aseo incluyendo colonias y cremas varias.

Hasta el 11-S apenas sabíamos qué era un arco detector de metales y un scanner con los que se pretendía ubicar armas de fuego. Desde ese día hemos empezado a tener que desnudarnos en los controles y no se puede pasar ningún líquido, ni colonia, ni mucho menos crema.

Pero cuando parece que ya nada puede empeorar surge una nueva variante de la pandemia: viajar en tiempos de la covid. Estos días estoy en Londres en una reunión a puerta cerrada con medio centenar de personas llegadas de los cinco continentes, recién descubierta en Suráfrica una nueva variante. Esto ha desatado en la burocracia gubernamental una nueva fiebre de control que está llegando a extremos que en el Partido Conservador hay crecientes protestas contra el propio Boris Johnson.

Los británicos ya habían dicho que quienes tenían un ciclo completo de vacunación de una sola dosis de Pfizer o Moderna, por haber padecido la enfermedad, no podrían entrar en el Reino Unido sin una segunda dosis. Como ése era exactamente mi caso, me puse esa dosis de Moderna en el Zendal el 19 de octubre. No bastó. La semana pasada la variante Ómicron hizo cambiar el criterio de las autoridades británicas. Aún teniendo la vacunación completa hay que hacerse un PCR en el Reino Unido –no vale uno de fuera– y hasta que no se obtenga el resultado hay que mantener la cuarentena en tu hotel o lugar de residencia. Para controlar esto hay que rellenar en línea un formulario Passenger Locator Form. No les ocultaré que, con la imprescindible ayuda de mi hija, nos llevó 45 minutos completarlo. Para ello tienes que haber concertado una cita con un laboratorio para que te haga tu test y haberlo pagado. Así te dan un código que es el que tienes que poner en el formulario. Después de haber hecho los trámites y haber pagado 249 libras por un test que ofrece resultados en tres horas –en realidad me los dio en una hora y 45 minutos– el sistema no aceptaba ese test que sólo es válido para los que van a viajar fuera del Reino Unido. Lo que suena mucho a «no sabemos si de verdad no tienen ustedes la pandemia, pero si infectan a otros, ése es su problema». Contraté a continuación otro test en exactamente el mismo laboratorio, cinco horas más tarde, cuyo resultado obtendría 12 horas después –perdiendo una jornada de trabajo– y a un coste de 89 libras, que en total sumaban ya 338 libras, que al cambio de ayer eran 397,25 euros. Afortunadamente aceptaron hacérmelo a la vez que el primero y me dieron el resultado a las siete horas y estaba igual de limpio. No perdí nada.

Lo peor de esta peripecia es que después de hacer una campaña bien fundada para convencer a la población para que se vacune, después de ver la enorme efectividad de la vacuna a la hora de frenar el virus o atemperarlo grandemente, nos encontramos con un Gobierno veleta como el de Boris Johnson que ahora ningunea el ciclo completo de vacunación que exigía días atrás y hace obligatorios los PCR. ¿Habrá tenido algo que ver con esto el mal resultado de AstraZeneca, la vacuna británica de Oxford?