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Ana Frank en Canet de Mar

Tampoco cabe esperar mucho de una Generalitat que se siente Ulises en la Odisea pero en realidad es Polifemo, el cíclope cegato y bruto que vive en una isla mental

El niño de Canet de Mar lleva camino de ser la Ana Frank del procés, recluido en su buhardilla españolista ante el asedio de las hordas que le detestan por su pecado original: sus padres, los muy fascistas, han pedido que se le eduque en español, al menos en la dosis del 25 % prescrita por el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña y avalada por el Supremo.

De la secta kukluxklaniana que prende fuego a cruces en nombre de San Jordi poco cabía esperar: no se conoce negocio más estúpido, pero también más lucrativo, que ser independentista organizado en Cataluña, repleta de camisas pardas convencidas de que se parecen a Gandhi pero dispuestas, a la vez, a engordar la buchaca a costa del Régimen.

Tampoco cabe esperar mucho de una Generalitat que se siente Ulises en la Odisea pero en realidad es Polifemo, el cíclope cegato y bruto que vive en una isla mental y geográfica.

Pero más desasosegante es la reacción del Gobierno de España que, 24 horas después de sacar en procesión a Sánchez defendiendo la aplicación de «pe a pa» de la Constitución, se ha limitado a decir que le parece feo desear el apedreamiento de un niño de 5 años por tener unos padres convencidos de que aprender en español, en España, no debe ser una locura ni una provocación.

El presidente ha elegido a Isabel Rodríguez para portavocear con buena cara sus peores ideas, sus silencios más escandalosos y sus complicidades más deleznables; como si pudiera perfumarse el vertedero que genera echándole un poco de colonia barata y sonriente.

Pero lo cierto es que el Gobierno de España se la envaina ante el acoso a un niño si el acosador tiene los colores políticos correctos o la víctima, al menos, los incorrectos, cada día ampliados: ser de derechas, cristiano, hombre, madridista, heterosexual, español o taurino son indicios sólidos suficientes para extender la sospecha preventiva y, a la más mínima, la condena contundente.

Pero los niños, creíamos, escapaban de esa jaula fascistoide. Y no. En España ya se puede linchar a un chavalín de 5 años sin que se pare el mundo y el Gobierno ponga pie en pared.

Y si decide pararlo será para decirle a él, a sus padres y a todos que ojo con las provocaciones y que mejor no salgan de casa. Los Països Catalans no existen, pero hay que ver, querida Ana, lo cerca que están de los Países Bajos. A la buhardilla, pequeño, antes de que te cacen.