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El incompetente prohíbe

Llamé a recepción a reclamar un cenicero y escuché, estupefacto, cómo me explicaban que sí estaba permitido fumar en la habitación, pero el hotel no ponía ceniceros porque esos objetos supuestamente incitan a consumir tabaco y el establecimiento no podía hacer eso. Era delito

Hay algo que la historia nos demuestra desde hace siglos: cuanto más incompetente es un Gobierno, cuanto peor gestiona la vida cotidiana de la ciudadanía, más tiempo emplea en prohibir. Porque prohibir, cuando se gobierna, es relativamente sencillo. No implica hacer nada en positivo: construir, crear, ayudar… Si yo soy alcalde y prohíbo circular en coche o motocicleta por una calle, mi poder queda fácilmente demostrado porque de inmediato dejará de haber tráfico en esa vía. Se demuestra que mando. Pero si de lo que se trata es de gestionar la recogida de basuras o impedir que los coches que prohíbo en una avenida no colapsen otras y hagan del tráfico una pesadilla, la cosa es mucho más complicada. Ni se puede prohibir la generación de basura ni se puede prohibir mucho más de lo que ya se hace la circulación de vehículos. Pero apuesto a que habrá gobernantes que intenten vetar la circulación de coches todavía más.

La última prohibición que promueve nuestro Gobierno, como total manifestación de su incompetencia de grado planetario, es la de fumar en tu coche o en terrazas al aire libre. No paramos de mejorar. No tengo inconveniente en declarar que soy un delincuente que fuma. No pitillos. Sólo habanos. Antaño también fumé en pipa. Aunque mi mujer sí fuma cigarrillos. Este avance del hostigamiento lleva más de dos décadas progresando con medidas irracionales.

El 25 de octubre de 2004 me instalé en Nueva York, en el Swisshotel-The Drake de Park Avenue. Había ido a cubrir las elecciones presidenciales norteamericanas que ganó George W. Bush a John F. Kerry y tomé una junior suite en ese hotel por la simple razón de que se permitía fumar en algunas habitaciones reservadas para contaminadores como yo. Llegué al hotel desde Madrid sobre las 17:00 horas, me instalé, organicé mis papeles, ordenador e impresora y me disponía a trabajar cuando decidí alumbrarme un habano. Momento en que descubrí que en aquella habitación de fumadores no había ceniceros. Llamé a recepción a reclamar uno y escuché, estupefacto, cómo me explicaban que sí estaba permitido fumar en la habitación, pero el hotel no ponía ceniceros porque esos objetos supuestamente incitan a consumir tabaco y el establecimiento no podía hacer eso. Era delito. Así que pedí un café y pasé a emplear el plato de la taza como cenicero hasta que, al día siguiente, en una tienda de habanos maravillosa de la Quinta Avenida me compré un sencillo cenicero de Montecristo que todavía suelo utilizar. Ya entonces comprendía que la irracionalidad entorno a las prohibiciones del tabaco podía llegar muy lejos. Y si eso ocurría en la Nueva York de Michael Bloomberg, para qué les cuento en la España de Su Sanchidad.

Prohibir fumar en tu coche particular es una violación de los derechos más básicos. Y que no aduzcan razones de salud, porque un conductor puede tener ataques de ansiedad si no puede fumarse un pitillo y es mucho más probable que tenga un accidente por eso que por alumbrar un cigarro. Pero de lo que se trata es de prohibir. Y lo siguiente será prohibir fumar en tu domicilio. Y acabarán permitiendo el allanamiento de morada a las fuerzas del orden ante la sospecha de que alguien está fumando. Y será por el bien de todos, por supuesto. Admito apuestas.