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Cínico «cum laude»

El presidente del Gobierno es un cínico con balcones a la calle al que por ahora le salen gratis las promesas incumplidas y el oportunismo táctico con el que se mueve entre sus socios, indeseables y contrarios a los intereses generales de todos los españoles

A ningún político que no sea de izquierdas se le habría consentido decir, sin que ello le acarreara consecuencias, que las «promesas electorales se hacen para no cumplirlas». El viejo profesor de voz suave y modales amables Enrique Tierno Galván, un cínico entrañable con el que no compadreaba Alfonso Guerra hasta el punto de definirle como «esa víbora con cataratas», acuñó la expresión que desde entonces se repite como el paradigma de la hipocresía y la desvergüenza política cada vez que se incumplen compromisos hechos en campaña electoral.

Han sido muchos los incumplidores desde entonces, pero ninguno ha alcanzado el estadio cum laude en esa forma cínica de ejercer la política como Pedro Sánchez. No hay más que echar un vistazo a la hemeroteca para acreditarlo. Sánchez agotó, en ese sentido, nuestra capacidad de asombro hace mucho tiempo y por ello no nos sorprendió que durante la desangelada y fría celebración del 43º aniversario de la Carta Magna, proclamara sin despeinarse o ruborizarse que ahora lo que toca es cuidar la Constitución y cumplirla «de la pe a la pa». Aceptarán que no cabe mayor desahogo ni desparpajo en alguien que no se distingue precisamente por gobernar con un ejemplar de la Constitución en la mesilla de noche y que, lejos de rodearse de constitucionalistas, se apoya en partidos que dedican su menester y entrega diaria a demolerla y deslegitimarla. Tampoco es creíble ese repentino entusiasmo por ser incompatible con el cuestionado respeto que le ha profesado a la Carta Magna después de los cuatro varapalos que le ha propinado el alto Tribunal y tras abogar en el último congreso del PSOE por su reforma.

Sabido es que Pedro Sánchez se ha especializado en decir una cosa y su contraria en atención al auditorio que le escucha, vaguedad que identifica el quehacer de los populistas y que confirma la sospecha de que también utiliza la Constitución como un medio más de usar y tirar según le convenga.

Es el mismo Sánchez que viaja a Santiago, en el Falcon por supuesto, para clausurar el congreso de los socialistas gallegos y habla de ejemplaridad y regeneración de su gobierno en comparación con el de Rajoy, a pesar de tener a su lado a la nueva presidenta del PS de Galicia, Carmela Silva ,señalada en un caso de corrupción de libro (la existencia de una trama para enchufar a su cuñada en el Ayuntamiento de Vigo y cobrar por trabajos inexistentes), según sentencia del Tribunal Supremo.

El presidente del Gobierno es un cínico con balcones a la calle al que por ahora le salen gratis las promesas incumplidas y el oportunismo táctico con el que se mueve entre sus socios, indeseables y contrarios a los intereses generales de todos los españoles. Me pregunto si habrá tenido algún acceso de pudor después de que su colega alemán Scholz haya conformado un Gobierno de coalición tripartito con 16 ministros frente a su bipartito de 22 integrantes que a duras penas caben en la sala del Consejo y con la notable diferencia de que Alemania nos dobla en número de habitantes. A Sánchez le falta sinceridad y vergüenza y le sobran ministros tan prescindibles e innecesarios como Alberto Garzón. Y el problema es que este tipo de cebollinos, al no tener nada que hacer, enredan con ocurrencias como la huelga de juguetes que nos salen por un ojo de la cara.