Fundado en 1910

Juana Rivas y el pisoteo de Sánchez a los jueces

En lugar de aceptar los hechos, se impuso una plantilla ideológica que acabó en un descabellado indulto

La triste historia de Juana Rivas ha alimentado durante un lustro un culebrón televisivo y político. Las reinas de las mañanas catódicas buscaban en sus ojos acuosos y en su padecimiento otra dosis de carnaza para sumar audiencia. El «progresismo» de guardia la convirtió en un tótem de la lucha contra la violencia de género. Todo está tan embrollado que resulta interesante resumir el caso:

Juana Rivas, de 40 años, viene de un pueblo granadino y estudió una FP de administrativa. En 2004 conoció en Londres a un italiano catorce años mayor que ella y con bastante más dinero, Francesco Arcuri, y al año siguiente nació el primero de sus dos hijos. En 2009 la pareja protagonizó una gran bronca en su hogar de Maracena, que acabó en pelea, con ambos con rasguños y una condena de tres meses de cárcel para él. Ahí se separaron.

Juana intentó salir adelante con una tienda ecológica, que acabó quebrando. Retoma entonces la relación con Arcuri, de familia de posibles, y se va a vivir con él y sus dos hijos a Cerdeña, donde el italiano ha montado un hotel rural. En mayo de 2016, tras tres años en la isla italiana, retorna a Maracena con los niños, explicando que es incapaz de soportar por más tiempo el maltrato de su pareja (según la defensa de Arcuri, se trataba de un montaje para intentar hacerse con una paga del Estado de la que vivir en calidad de víctima). Pero quién sabe, tal vez tuviese razón Juana... Lo que sí es un hecho irrefutable es que en el pleito por la custodia de los niños la justicia falla a favor de él, en abril de 2017. Juana debe restituir a los dos pequeños a su padre. Pero en lugar de hacerlo, desparece durante un mes, hasta que por fin los entrega en agosto.

Un juzgado de Granada acaba condenándola a cinco años de cárcel en 2018 por dos delitos de sustracción de menores. El Supremo deja finalmente la pena en dos años y medio. Juana ha de ingresar en prisión. Pero eso no puede consentirse gobernándonos el más progresista e hiperfeminista de los Gobiernos del orbe. El mes pasado, Sánchez aprueba el indulto parcial, rebajando la condena a la mitad para evitarle la cárcel. 

Irene Montero, paladín de Juana durante años, se muestra exultante: «Hoy se cierra una brecha entre una legislación sin perspectiva de género y una madre que protegió a sus hijos de la violencia machista». Su compañero Alberto Garzón habla de «una justicia patriarcal profundamente injusta». Los portavoces del Gobierno cargan una vez más contra el Supremo, el más alto tribunal de España. Pisoteando la separación de poderes, el Ejecutivo habla de una «pena excesiva» y de que el indulto era «imprescindible por razones de justicia y equidad».

Una vez más, el sentimentalismo y las plantillas ideológicas se impusieron a los hechos, tal y como ha destapado ahora un giro muy grave del caso. Un juez de Granada, que este viernes se negó a dejar salir libre a Juana, explica en su auto algo terrible: «Este juzgado ya no sabe cómo hacer que llegue al conocimiento de los restantes tribunales, y por supuesto del Gobierno, que estando los hijos bajo el cuidado y custodia de la madre, uno de ellos fue abusado sexualmente, según dictaminó la pediatra, un forense y manifestó el propio menor».

El juez ha dicho en alto lo que ya era un secreto a voces en el mundo judicial: Juana, con sus lágrimas y su show televisivo, no era la madre perfecta que se nos vendía, sino que había desatendido su deber de custodiar y proteger a sus hijos, hasta el extremo de que uno de ellos, de dos años, sufrió abusos sexuales estando a su cargo. Según ha podido saber El Debate, lo detectaron en la guardería, hubo un análisis forense y si el caso no avanzó policial y judicialmente fue solo porque es precisamente entonces cuando Juana Rivas huye con el menor y su hermano, impidiendo así que se completase la investigación sobre los abusos.

Es decir, estamos ante un estrepitoso error de juicio del Gobierno al indultarla. Y una vez más por lo de siempre, por anteponer las obsesiones doctrinarias a la realidad de las cosas y por intentar imponer el rodillo del Ejecutivo sobre el trabajo de los jueces, que casi siempre es pulcro y muy profesional. 

Una historia muy amarga, con un final que en un país más sereno debería llevar al presidente del Gobierno, la fiscal general del Estado y los obsesivos ministros de Podemos a pedir perdón. Amén de que tendría que revocarse de inmediato el indulto parcial, a tenor de los datos que ahora se destapan. Pero no lo veremos.

(PD: Los niños son el bien más precioso y sagrado de una sociedad. ¿Qué anida en la entraña de unos gobernantes que tanto aquí como en el caso del crío acosado en Cataluña los han dejado desprotegidos por imperativo de sus tics ideológicos?).