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Un país de juguete

La campaña contra el sexismo en los juguetes de Garzón es otra de las ocurrencias de ese carísimo juguete de lujo que es el Ministerio de Consumo

Una de las imágenes que mejor desnudó el trampantojo del supuesto progresismo feminista de este gobierno fue la toma de posesión del ministro de Consumo, Alberto Garzón. Su antecesora en el cargo, Luisa Carcedo, hacía un discreto mutis por el foro mientras tres señores, tres, que venían a sustituirla ocupaban el proscenio exhibiendo orgullosos sus carteras. La tarea que hasta entonces venía desempeñando una señora sola pasó a repartirse entre todo un vicepresidente, Pablo Iglesias, y otros dos ministros, Salvador Illa, en Sanidad y Alberto Garzón, en Consumo. De aquella prodigiosa tripleta de incompetencia solo queda en su puesto Garzón, pero el desparrame administrativo nos cuesta 4.000 millones más.

La campaña contra el sexismo en los juguetes que el ministro presentó esta semana no pasa de ser otra de las ocurrencias de ese carísimo juguete de lujo que es el propio Ministerio de Consumo. Un juguete cuyas grandes aportaciones al bienestar de los españoles son las críticas al chuletón, los menús sostenibles y ahora esta campaña en la que hasta los muñecos se cabrean y llaman a la revolución.

No deja de ser chocante que sea el propio Gobierno el que pone en huelga a los muñecos como una ocurrencia genial mientras ignora el clamor de malestar social que recorre las calles. En España protestan los policías, los transportistas, los peluqueros, los ganaderos y tantos otros colectivos afectados por la crisis, pero el gobierno, a medio camino entre la provocación y la sandez, se lanza a frivolizar con una protesta de muñecos.

Esta campaña también confirma la pertinaz vocación de la izquierda por ignorar los problemas reales del país para inventarse otros inexistentes. Se ocupan de Franco pero no de lo que ocurre en Canet, hablan de la sostenibilidad de la alimentación, pero no de su precio disparado, y denuncian el sexismo de los juguetes, pero ocultan escándalos de abusos a menores, sean en Valencia, en Baleares o el último, relativo al caso de Juana Rivas. Es probable que estas Navidades falten algunos juguetes en las tiendas, pero no por esa pueril huelga de muñecos sino por los problemas en las cadenas internacionales de suministros.

Si nos fijamos en las prioridades del ministro Garzón, su visión de España es la de un país de obesos, ludópatas y machistas, cuando en realidad somos un país extraordinario en calidad y esperanza de vida, en servicios sociales y en igualdad de la mujer. La España que ve Garzón no existe, es sólo una imagen deformada por un inexplicable resentimiento y por simples prejuicios ideológicos, un muñeco para jugar al progresismo. La izquierda vive de ideología y de ese moralismo fatuo que le lleva a dividir siempre a la gente entre buenos y malos, pero es incapaz de ver la España real ni sabe dar respuesta a sus problemas, que los tiene y muy serios. Por eso siempre que nos gobierna acabamos arruinados, aunque, eso sí, entretenidos con todo tipo de bobadas como la de esta semana.