Monaguillo de segunda
Hacerle perder el tiempo al Vicario de Cristo en la tierra con la Ley de la Reforma Laboral es una falta de educación y comedimiento
Me reconozco desconcertado. En un principio creí que la audiencia solicitada por Yolanda Díaz a Su Santidad El Papa tenía como objeto la petición del perdón cristiano. Yolanda Díaz lamentó públicamente que en España no se hubiera guillotinado a ningún Rey, jamás ha condenado la quema de iglesias y conventos de sus antecesores comunistas, y menos aún ha mostrado tristeza o estupor por los miles de religiosos católicos, desde obispos a Hermanos de la caridad, sacerdotes, monjes, monjas de clausura y religiosas dedicadas a la Educación, torturados, asesinados – y en el caso de las monjas, previamente violadas–, durante la Segunda República y la Guerra Civil. Porque aquello, Yolanda Díaz, estuvo muy mal, aunque usted guarde una memoria histórica parcial, sesgada y arbitraria. Y como ahora es tan transversal y simpática, mi inocencia me hizo creer que su visita al Santo Padre se debía a sus deseos de reconocer la brutalidad de los crímenes del comunismo. Pero no. A lo que ha ido Yolanda Díaz a Roma, y de Roma a la Santa Sede, tenía otro objetivo. Informar al Vicario de Cristo en la tierra los pormenores de su Ley de la Reforma Laboral. Es decir, como si la ministra Ribera, con anterioridad a prohibir la caza selectiva del lobo en España cuando el lobo destruye un rebaño o una ganadería, se hubiera sentido obligada a mostrar su ley al Arzobispo de Canterbury, o si Irene Montero, la inventora de los 18 tipos de sexo que tenemos en España, hubiese viajado para informar de tan prodigioso avance de la sexualidad al Dalai Lama. Sólo falta que Alberto Garzón acuda a Moscú a analizar conjuntamente con el Patriarca Cirilo I –Kirill I– de la Iglesia Ortodoxa Rusa, la huelga de juguetes.
El Papa puede gustar más o menos, que ya sabemos que los caminos de Dios sin inescrutables, y siempre la figura de Su Santidad ha estado expuesta al elogio o al vituperio. Aquel gran Papa que fue Pío XII sigue siendo calumniado, como Pablo VI, Juan XXIII, Juan Pablo II y Benedicto XVI, siempre por el comunismo en el que milita Yolanda Díaz. Juan Pablo I, más o menos, se ha salvado del odio de la extrema izquierda porque apenas tuvo tiempo para contentar o decepcionar a los habituales enemigos de los sucesores de Pedro.
Me produce mucha curiosidad, incluida la curiosidad malsana, conocer la identidad del jefe del gabinete que lleva la agenda de Su Santidad. Que yo sepa, hasta el momento, ni Iván Redondo –el nuevo Rasputín de Yolanda Díaz– ni los Migueles, Barrosos y Contreras trabajan en las oficinas de la Santa Sede, pero alguien ha engañado a Su Santidad. Hacerle perder el tiempo al Vicario de Cristo en la tierra con la Ley de la Reforma Laboral que va a destrozar la economía de España es una falta de educación y comedimiento. Para semejante chorrada, Yolanda Díaz podía haber elegido visitar al golfo del «Papa» Ginés, predecesor del «Papa» suizo Eliseo María, en el Palmar de Troya. El Papa se habría ahorrado la visita de la comunista camuflada y ahora transversal, y los españoles el gasto del avión de las Fuerzas Aéreas. Al Palmar de Troya se llega divinamente después de un agradable viaje en el AVE hasta Sevilla y un taxi hasta El Palmar. Porque abusar del tiempo del Sumo Pontífice de la Iglesia Católica para soltarle el tostón de la Reforma Laboral, es como poco, una desconsideración al Papa, a los perseguidos y amenazados católicos españoles y demás gentes de buena voluntad.
Al de la agenda Papal hay que rebajarlo a Monaguillo de Segunda.