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Con un par y total impunidad

Otro caso sin precedentes en la historia de la corrupción universal. Pero, qué más da. Se trata de derribar la Monarquía y la gran mayoría de los medios, algunos de histórica vinculación monárquica, participan encantados en el acoso y, esperan que, derribo

Peter Schaad es un inversor y muy querido amigo de nacionalidad suiza, al que conozco hace veinte años y he visto trabajar en Venezuela, Chile y otros países. Ayer, a las 14:01, Peter me envió un correo electrónico con el asunto «Don Juan Carlos» y el siguiente texto: «Dear Ramon, The Swiss have a lot of egg on their face! They should never have accepted the investigation of the case in the first place. Scandalous. Abrazo. Peter» (Querido Ramón: Los suizos tienen la cara cubierta de huevos. Para empezar, nunca debieron aceptar la investigación de este caso. Escandaloso. Peter.) Creo que no se podía decir más con menos palabras.

A mí me parece un grave escándalo que la Fiscalía suiza haya necesitado tres años para concluir lo que un pasmarote iletrado entiende en el minuto uno: nadie recibe una comisión porque su lado de un contrato reciba un encargo, una megaobra que ejecutar. La comisión la recibiría quien adjudica esa obra. Quien selecciona a unas empresas frente a otras. El caso que se investigaba, único en la historia de la Humanidad, era exactamente el contrario: se acusaba al Rey Juan Carlos de haber recibido una comisión por haber sido premiadas las empresas españolas con la concesión de la obra. ¿Se imaginan cómo hubieran reaccionado los franceses que compitieron con España si eso hubiera sido así? Y la cosa va a peor cuando se constata, sin casi ninguna investigación, que el pago del dinero investigado se recibió tres años antes de la fecha de la adjudicación en cuestión, la del AVE a la Meca. Otro caso sin precedentes en la historia de la corrupción universal. Pero, qué más da. Se trata de derribar la Monarquía y la gran mayoría de los medios, algunos de histórica vinculación monárquica, participan encantados en el acoso y, esperan que, derribo.

Aquí ha habido un regalo que Don Juan Carlos debió declarar y no lo hizo. Muy mal hecho. Pero de ahí a lo que se pretende transmitir que ocurrió hay un largo trecho. Deberá ajustar cuentas con Hacienda y pagar la sanción correspondiente. Por supuesto. Pero me gustaría saber cuántos españoles no han tenido jamás, al menos, una inspección de Hacienda. Y estoy muy orgulloso de decir que yo nunca. Ni la más mínima.

El fiscal suizo Yves Bertossa ha decretado el cierre de la investigación. Pero no ha dicho en ningún momento que hay un problema de inmunidad o cosa parecida. Lo que dice es que no hay caso. ¿Cuántos años llevan los medios españoles acusando a Don Juan Carlos de haberse llevado comisiones del AVE? Pues la fiscalía suiza, que sabe mucho de blanqueos de dinero y cómo se ejecutan, no ha encontrado nada. ¿De verdad cree alguien que un hombre como Don Juan Carlos, solo y abandonado en esta hora, está en posición de emplear oscuras influencias para engrasar el archivo de la causa de la Fiscalía suiza?

Y hay algo bastante más preocupante a lo que todos los españoles deberíamos dedicar una reflexión. Con Don Juan Carlos se ha dado el máximo ejemplo de cómo se destruye la vida, la reputación, el buen nombre de una persona que era inocente. El héroe del último medio siglo de historia de España es un hombre que difícilmente puede volver a vivir en su patria. Se ha destruido su reputación con tanta maldad y eficacia que hoy difícilmente podría ir a una corrida de toros en Las Ventas. Y el Gobierno le prohíbe volver a vivir en su casa. A quienes le aclamaban durante años les han inculcado un odio visceral. Un odio que la fiscalía no puede sustentar en nada ante los tribunales. Pero en el mayor ejemplo de prevaricación de la historia de la Justicia española, la fiscal general del Estado, Dolores Delgado, se dispone a autorizar la publicación de un informe paralelo, inútil ante un tribunal, para terminar de mancillar el nombre del Rey que nos trajo las libertades. Con un par y total impunidad.