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Mi Santa Yolanda

Santa Yolanda de Fene ha pasado de odiar a la religión y a los cristianos a imitar a Pitita Ridruejo

Se dice por el Foro que Yolanda Díaz ha sido vista con la chochola cubierta por un velo negro de encaje de los años 50 del pasado siglo en El Escorial. Los analistas políticos se han sentido sorprendidos.

No alcanzan a ponerse de acuerdo en el entendimiento de esa fugaz visita a la ola sur del Guadarrama. Tendrían que aprender de Aragonès y Urkullu, que se han reunido en Gerona para entenderse mejor, y lo han conseguido entendiéndose en español, porque sus lenguas autonómicas no dan de sí para tanto. El modesto idioma hace milagros. Qué milagro era lo que motivó a Santa Yolanda de Fene (La Coruña) su paso por El Escorial. En un principio se pensó que había viajado hasta allí para visitar el Panteón de los Reyes y Reinas de España, todos ellos inhumados en sus sepulcros de mármol con la cabeza en su sitio. Porque a Santa Yolanda de Fene, cuando era más jovencita, le gustaban más los Reyes guillotinados. Pero no. Su objetivo era asistir al milagro de la aparición de la Santísima Virgen, milagro que no se produjo en su presencia. Porque Santa Yolanda de Fene ha pasado de odiar a la religión y a los cristianos, amén de apoyar sin cautela ni medida los centenares de miles de asesinatos que se cometen en España cada año de seres humanos indefensos –los niños abortados–, a imitar a Pitita Ridruejo, a quien mucho conocí, y que pasó por esta vida dejando huella de su bondad, su elegancia y, en ocasiones, su exagerada interpretación de unos hechos presumiblemente milagrosos carentes de consistencia, según la Iglesia. No obstante, la visitante de Su Santidad, desea ser Pitita, y para ser Pitita hay que acudir a El Escorial por si acaso el prodigio se produce. 

Pitita Ridruejo tenía un gran sentido del humor, estaba muy bien educada y la elegancia física le nacía con naturalidad de sus huesos y sus gestos. Y un día, en una comida en casa de una común amiga, explicó con todo detalle los fenómenos que se sucedían en el prado escurialense. El que escribe, se limitó, con todo cariño, a ofrecerle una opinión.

–Pitita, la Virgen siempre se ha aparecido a niños, niñas, santos, necesitados, desheredados, perseguidos y elegidos por su humildad para enviarnos sus mensajes. Permíteme que dude que haya cambiado su actitud y se aparezca a las señoras que meriendan en «Embassy».

Y Pitita, que era lista y rápida, replicó: «Nunca he dicho que se me haya aparecido la Virgen, y que haya visto a Nuestra Señora. Pero te aseguro que allí suceden cosas muy raras». Y quedamos en tablas.

Yolanda Díaz, según le ha recomendado el bobalicón de Iván Redondo, desea desde su recién estrenado transversalismo, convencer de su buena voluntad a los votantes católicos. Me temo que su cosecha será menguada, como la de kiwis en el sudeste de Somalia. Quizá el voto del padre Ángel, pero tampoco seguro. Claro, que el periodismo a la orden del poder también influye, y Marhuenda resumió en un titular de portada la entrevista de la aspirante a santa con el Sumo Pontifice: «Yolanda Díaz convence al Papa». ¿De qué? Quizá nos lo pueda aclarar la futura jefa de imagen de la vicepresidente, Rosa Villacastín, que tiene mucho gusto en los vestires y los estilos. Para mí, que por mucho que pretenda ser Pitita, sus votos en el cristianismo no podrán auparla en sus pretensiones. Eso sí. Su conversión emociona y altera las serenidades. Le falta un piño, pero ese detalle se ciñe a la estética, y también hay santas que fueron descuidadas en la apariencia.

Mi Santa Yolanda de Fene, antaño en vaqueros, hoy modelo de caros ropajes, se va a dar con un palmo en las narices. Solo resta enviar al palmo nuestra más sentida condolencia.