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El Nou Camp se cae a cachos, el Bernabéu despega

La situación de ambos estadios supone una curiosa y exacta metáfora del precio que está pagando Cataluña por la obcecación separatista

Vamos con la historia de dos estadios de fútbol, pues curiosamente retrata la evolución de las dos mayores ciudades españolas:

El 14 de diciembre de 1947, el Real Madrid abandonó su vieja cancha de Chamartín y debutó en su flamante nuevo campo: el Estadio Real Madrid Club de Fútbol, que andando el tiempo acabaría llamándose el Bernabéu.

Diez años después, Cataluña mostró la pujanza que la adornaba por entonces inaugurando un estadio todavía más asombroso: el Camp Nou, un portento con un aforo de 90.000 espectadores. El Barcelona tuvo problemas para financiar la obra, porque el Ayuntamiento se negaba a recalificar los terrenos de su antiguo campo de Les Corts, de los que iba a obtener el dinero. Pero finalmente el Barça recibió una mano amiga desde las alturas, que dio orden de levantar esas trabas burocráticas (era un tal Franco).

En los años sesenta y setenta, Cataluña brillaba como vanguardia de modernidad y europeísmo en España, amén de ser nuestra meca industrial y la región más pujante. Los catalanes reinaban también en el mundo editorial, la moda, el cine… Hasta los tebeos de Mortadelo, Anacleto y Rompetechos que nos hacían reír de chavales venían de Barcelona.

Pasó el tiempo… Hoy el Nou Camp se cae a cachos, en exacta metáfora del declive que sufre Cataluña por mor de la obcecación separatista. El estadio que antaño maravilló al mundo presenta goteras, asientos rotos, falta de higiene, carbonatosis, problemas de amianto… El Barça, el «más que un club» que rema a favor del independentismo, no puede reparar el Nou Camp, porque está prácticamente en quiebra.

Mientras tanto, en Madrid, el tío Flo, sin despeinarse, se apresta a completar una reforma que convertirá al Bernabéu en el estadio de fútbol más avanzado del mundo. Operará también como una gran cancha multiusos, merced a innovaciones de ingeniería desconocidas hasta ahora, e incluso se convertirá en una gran zona de ocio hostelero. Por supuesto, las arcas del Madrid están saneadas.

La historia de los dos estadios y la economía de ambos clubes simbolizan lo que ha ocurrido con Madrid y Barcelona. Con su modelo abierto e integrador, su liberalismo, su fiscalidad contenida y su logo de «Aquí todo el mundo es bienvenido», Madrid se ha puesto por delante. Cataluña ha apostado por todo lo contrario: hacerle la vida imposible a quien no comulgue con la apisonadora separatista del poder local, brasa fiscal a saco para paliar una pésima gestión económica y un modelo de gobierno totalmente intervencionista. El omnímodo poder autonómico mangonea cada resquicio de la vida de la comunidad.

Jaume Giró era un muy alto ejecutivo de la banca catalana, que transitaba por los despachos de Madrid predicando «seny» con sapiencia altanera, conspirando y perorando en plan palizas sobre cómo lograr «el encaje de Cataluña en España». En realidad se trataba de un separatista con una careta de hombre de empresa. Hoy es el consejero de Economía del Gobierno de Aragonés. ¿Su diagnóstico sobre el declive catalán? El habitual del separatismo: victimismo barato. Ha manifestado en el Parlamento regional que Madrid es «un paraíso fiscal, como las Bahamas, Panamá o las Islas Caimán». Huelga decir que ese consejero autonómico dispone exactamente de las mismas posibilidades legales que Lasquetty, el consejero de Ayuso, para bajar los impuestos en Cataluña igual que lo ha hecho Madrid.

Desde el arreón independentista de 2017 se han marchado 7.000 empresas (pero ese goteo se mantiene todavía hoy: 877 este año, de ellas, 406 con rumbo a Madrid). El PIB catalán crece menos que la media española. La producción industrial cae. Nadie quiere optar a los terrenos de Nissan en la Zona Franca...

¿Invertiría usted, o se iría a trabajar, a un lugar donde el poder regional y parte de los vecinos acosan a una niña de cinco años y su familia porque quieren cumplir la ley y estudiar un 25 % en español, el idioma más hablado en Cataluña? ¿Invertiría usted, o se iría a trabajar, a un lugar donde a todos los sudores que conlleva sacar adelante una empresa se suma una constante e insufrible turra nacionalista? Pues eso, señor Giró, pues eso…

Bájense de la burra, amigos catalanes: el desparrame separatista está provocando ya un declinar de Cataluña, que simplemente se ha vuelto menos atractiva en todos los órdenes.