La firma de Pedro no vale nada
La salida de Castells y la entrada de Subirats sin la participación de Sánchez demuestra que el presidente solo es un testaferro de intereses ajenos
El nuevo ministro de Universidades, Joan Subirats, tiene ese aspecto de la gente convencida de que siempre dice algo importante, de que cada palabra, línea o pensamiento que desliza encierra una mezcla visionaria de sentido y sensibilidad, como la plomiza novela de Jane Austen transformada en melaza por Ang Lee.
El severo juicio literario y cinematográfico obtendrá menos consenso que el de Subirats, emblemático representante de esa burguesía catalana que lo arregla todo dejándose media melenita adornada por gafitas para blanquear el estropicio separatista con su típica mirada equidistante, que siempre es la peor manera de ponerse del lado equivocado.
Porque si el saliente ministro ofrecía indicios razonables de sus taras de origen, el nuevo las confirma con un dato estremecedor: le han presentado como mentor de Ada Colau y él no lo ha negado.
Una acusación de ese calibre exigiría una rápida rectificación del afectado, por mucho que los tiempos de un catedrático se midan por el calendario lunar y la semana tropical, ésa que contiene más días festivos que laborables y no se ve afectada nunca por el examen a la productividad y los resultados que miden casi cualquier otro oficio: ellos puede enseñar algo que nadie quiere aprender y permanecen al margen del estropicio y el derroche que generan.
Si Subirats es autor intelectual de la existencia de Colau, la peor alcaldesa de España y el más longevo subproducto de los Ayuntamientos del cambiazo, no cabe esperar nada bueno para un sector necesitado de lejía: la autonomía universitaria ha sido, desde hace años, el disfraz opaco que se ponen el nepotismo y la inutilidad para perpetuar un despilfarro con birrete perpetrado a plena luz del día.
Con la complicidad de tanto presidente autonómico dispuesto a completar el cantonalista parque temático del cateto, compuesto por una facultad sin alumnos, un aeropuerto sin viajeros y un centro comercial sin clientes.
Pero si los padrinazgos recíprocos entre Hiperventilada Colau y los Laurel y Hardy que situó en un Ministerio inútil les describen a los tres; la pasividad con todo ello define a Pedro Sánchez.
Le han puesto y quitado ministros sin que lo sepa o pueda opinar, convirtiendo la sagrada firma de un presidente en el brochazo infame de un testaferro que rubrica intereses ajenos a cambio de una comisión política: Sánchez es el presidente con menos diputados propios de la democracia, aunque se comporte luego como Atila, y solo tiene firma para firmar lo que le digan sus señoritos.
Una vez es un indulto, otra un nombramiento y las más un atraco impuesto por la coalición de famiglias que han elevado a un presidente de paja para tomar el castillo sin derramar una gota de sangre propia: le han puesto la corona, sí, pero ellos se quedaron con las llaves y entran por la puerta principal como Pedro por su casa.