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Cuando Yolanda Díaz no era tan superguay

Todos nos equivocamos alguna vez, pero si eres político debes responder ante el público de tus errores y ella derrapó en 2009

Los seres humanos vamos escribiendo cada día el libro de nuestra vida. Como criaturas falibles que somos, todos metemos la zueca alguna vez e intentamos correr un tupido velo. Pero en el caso de los políticos, el pueblo tiene derecho a conocer su trayectoria pública y enjuiciarla. Muy especialmente cuando esos dirigentes se presentan como seres angelicales, mensajeros de una nueva esperanza.

Tal es el caso de Yolanda Díaz Pérez, una dirigente comunista de liviana trayectoria, que súbitamente se ha convertido en el penúltimo globo de gas de nuestra izquierda populista. Díaz está en campaña permanente. Empezando por su creciente afición por emperifollarse (mi madre, desde la perfecta libertad de sus 84 años, la llama riéndose «Pasarela Yolanda»), y siguiendo por sus mítines guays y cargados de melindre junto a luminarias del nuevo/viejuno «progresismo», como Ada Colau, Mónica García y Mónica Oltra. Pero antaño hubo lances en los que Díaz no estuvo tan superguay, y el público tiene derecho a saberlo.

El 16 de marzo de 2016 fue detenido en el Parlamento de Galicia un asesor de Izquierda Unida, llamado Ramiro Santalices. Trabajaba en la Cámara al servicio de la coalición de los comunistas de Yolanda Díaz con los nacionalistas del histriónico y veterano Beiras. Aquella alianza se llamaba AGE y había convertido por fin en diputada autonómica a la dos veces fracasada Díaz, que se había pegado previamente dos toñas épicas como candidata a presidir la Xunta (cero escaños en ambas ocasiones). Santalices, militante de IU por largo tiempo, incluso había sido en 2003 su candidato a la alcaldía de Santiago. ¿Por qué fue detenido? La Policía Nacional detectó que desde un ordenador de la oficina de AGE en el Parlamento gallego se estaba descargando y distribuyendo pornografía infantil. El autor era el asesor, que había llegado a la Cámara desde Ferrol de la mano de Yolanda Díaz. Fue condenado a un año de cárcel.

Hasta aquí no cabe reproche para Díaz. En cualquier organización puede existir un depravado sin que sus superiores conozcan su auténtica calaña. El problema es que en este caso había un precedente. Siete años antes, Santalices fue sospechoso de la misma acción en Ferrol, cuando era asesor de la concejal Yolanda Díaz, coordinadora entonces de Izquierda Unida en Galicia.

El 2 de febrero de 2009, dos militantes detectan que en un ordenador de la sede ferrolana de IU se han hecho búsquedas en Google de numerosos archivos de pornografía infantil. De inmediato comunican el incidente a los líderes locales del partido. Pasan dos días. Como sus jefes, entre ellos Yolanda Díaz, no hacen nada, denuncian el caso a comisaría, donde señalan como sospechoso al asesor, porque vivía solo, tenía llave de la sede y utilizaba el ordenador a altas horas de la madrugada. La reacción de la cúpula, de la que forma parte Díaz, es suspenderlos de militancia por desleales. Acto seguido, Díaz entrega el ordenador a las fuerzas de seguridad, pero también presenta una denuncia en el juzgado contra la «difusión de falsas y graves acusaciones» contra IU. Sostiene que todo es un bulo, que no hay nada. Finalmente el caso se archiva por falta de pruebas. La investigación detecta que en efecto se bajó material pedófilo, pero no logra probar quién lo hizo, al tratarse de un ordenador compartido por varios militantes.

Tras ese episodio, los denunciantes son expulsados de IU, pero Santalices se mantiene como asesor de Díaz y, más tarde, como administrativo del grupo municipal de los comunistas. Cuando en noviembre de 2012 se va por fin de diputada autonómica a Santiago, Díaz se lleva a Santalices con ella en calidad de asesor en nómina. Andando el tiempo, saldrá por fin a la luz su verdadera naturaleza, confirmando las sospechas de los acusadores purgados en 2009 con la aprobación de Yolanda. «Se perdieron siete años en los que hubo mucho sufrimiento, y hay responsables de ello», declararon los militantes expulsados cuando por fin se detuvo al pedófilo en el Parlamento gallego.

Díaz jamás ha pedido perdón por aquel grave error de juicio. Cuando se produjo la detención, tres meses después de la marcha de ella a Madrid como diputada (tras volver a cambiar de chaqueta y abrazar una nueva marca, Marea), Yolanda se limitó a decir que no era un asunto político, sino «una cuestión horrible absolutamente privada». No es cierto. La dirigente de IU en Galicia, Yolanda Díaz, promocionó a un asesor sobre el que existían sospechas serias de que consumía pornografía infantil desde los ordenadores del partido y además expulsó a quienes alertaron de ello. Un lamentable error de juicio que merece ser conocido, y más cuando se promociona como la gran esperanza de la izquierda y nos imparte cada día grandes lecciones de «progresismo» para todas y todos.