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El intruso

Ada Colau y Yolanda Día han exigido a Sánchez que nombre al separatista catalán Joan Subirats ministro de Universidades

Ada Colau y Yolanda Díaz, por este orden de influencia, han exigido a Sánchez, el volátil bonapartista, que nombre al separatista catalán Joan Subirats ministro de Universidades, en sustitución del indolente albaceteño Manuel Castells. Será ministro del Gobierno de España un individuo que participó en el refrendo ilegal convocado por el procés y votó a favor de la independencia de Cataluña. Subirats ha sido hasta ahora, el más cercano colaborador de la analfabeta alcaldesa de Barcelona, y copartícipe, por lo tanto, del derrumbamiento cultural, social, higiénico y ciudadano de la antaño maravillosa ciudad Condal. Es decir, que España tendrá un ministro de Universidades que tomó parte activa en una convocatoria ilegal contra la unidad de España y su voto coincidió en la intención con el de Pilar Rahola, escrito sea con el respeto que merece esta titánica representante de la intelectualidad, la cultura y le elegancia de la Cataluña de hoy.

Subirats encaja a la perfección en el prototipo estético del catalán progre. Fue quien animó a la alcaldesa podemita y cateta a retirar placas, retratos, monumentos y nombres de calles y avenidas que tuvieran que ver con la Corona. A quien más hizo por Barcelona sin haber nacido allí, don Antonio López Bru, Marqués de Comillas, creador del Ensanche, le aplicó la moral del siglo XXI y le dejó sin estatua, más por su amistad con los Reyes de España que por sus negocios compartidos con lo más selecto de la alta burguesía barcelonesa, caracterizada por su cinismo y agilidad para acudir siempre a la llamada del poder. Esa alta burguesía, cuyos padres se mantuvieron en un respetuoso, que no profundo, españolismo hasta el fallecimiento del general Franco, y sus hijos ya no comparten, adoptando la uniformidad textil y las memeces aldeanas de la progresía para no ser verbalmente apedreados como el niño de Canet.

Subirats indujo a dejar sin avenida a Don Juan De Borbón, que usó durante sus 40 años de exilio el título soberano de Conde de Barcelona. Por fortuna, la avenida se denominó Joan de Borbó, y pasó a llamarse de otra manera, sin herir la memoria del Rey de derecho y no de hecho, porque no se apellidaba Borbó. Los apellidos no se traducen. Una antipática anecdotilla.

En Madrid no hemos sabido conocer ni dominar la política de Barcelona. El que mejor conoce a la segunda es, obviamente, barcelonés, y escribe en Madrid. Me refiero a Salvador Sostres, que principia su retrato escrito de Joan Subirats de esta forma: «El nuevo ministro de Universidades es el más insigne caradura de Cataluña». Personaje «que se ha hecho rico con un discurso que sólo lleva al hambre y al asco, comediante, farsante, un presumido por su estética de profesor chiflado y cómplice necesario del crimen del populismo y déspota desalmado...»

Una monada de criatura. Se verá en un aprieto en los próximos días, si bien los jetas no lo pasan mal en esas tesituras. Tendrá que jurar o prometer –lo segundo–, ante el Rey de España, lealtad a la Constitución y firmeza en su cumplimiento. Lealtad a la unidad de España, contra la que votó en aquel violento pitorreo separatista.

Entra en el Gobierno por cuota de Podemos, lo cual resulta sorprendente. Y será un ministro infinitamente peor que Castells, que tuvo al menos el detalle de buena educación de ser un vago de solemnidad. Me temo que Subirats hará más daño de acuerdo a su menor indolencia. Entretanto, el volátil Bonaparte feliz, cumpliendo con su objetivo de acabar con España.

Hasta que los españoles lo permitamos.