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Cuando España se reunía

Aznar se cargó la Mili para hacerse el progre y España dejó de reunirse, comprenderse y abrazarse

Cuando Aznar, para hacerse el progre, eliminó el Servicio Militar obligatorio, la nada puta y muy necesaria Mili, la juventud española, procedente de todas las regiones, dejó de conocerse y reunirse. Aznar no hizo la Mili amparándose en sus pies planos, que no le han impedido ser un practicante obsesivo de correr diariamente algunos kilómetros, haciendo eso que en mis tiempos se decía hacer «footing», posteriormente «jogging», y en la actualidad otra bobada terminada en «ing», porque de lo contrario parece ser que no sirve para nada.

Yo serví a España vestido de caqui durante quince meses en Camposoto, San Fernando, Real Isla de León. Carrera meteórica. De recluta a cabo 1º. Conocí y traté con lo mejor y también lo menos mejor de la juventud española. Siendo recluta, en mi compañía tenía compañeros de todas las regiones de España, con excepción de las islas Canarias. Guardo de mis suboficiales y oficiales un recuerdo inmejorable. Me incorporé a la Mili con muchas asignaturas aprendidas en mi casa. El amor a España, principalmente. Otros lo entendieron allí, y allí lo sintieron. Pero además aprendimos todos el valor del auténtico compañerismo, la decencia, el significado del espíritu militar, siempre enfrentado al egoísmo y la codicia personal. La disciplina, fundamental posteriormente en mi profesión, y la igualdad. 

Todos los que coincidimos en aquel reemplazo, éramos iguales. Ninguno era más que los demás ni menos que el resto de sus compañeros. Y entre los oficiales, desde los alféreces universitarios y los tenientes recién salidos de las Academias de las diferentes Armas al Coronel del CIR 16, un altísimo porcentaje de auténticos señores cuya vocación no era otra que servir y enseñar a servir a España. 

Jamás podré agradecer lo que significaron para mí aquellos quince meses de Mili, separado de mi familia, asumiendo el cumplimiento del deber como una obligación alegre, y conociendo y haciendo amigos entre españoles que provenían de todos los rincones de España. Juré Bandera sabiendo lo que hacía, y mi juramento se mantiene intacto en mi espíritu.

El Coronel Sánchez Ramos Izquierdo era un hombre estricto y justo. Años más tarde, ya General de Brigada, fue asesinado por la ETA, por la zorra asesina de Yoyes, la Tigresa, que también acabó con la vida del Teniente Coronel ayudante y del soldadito que conducía el coche. No tuve ningún privilegio. Me correspondió hacer guardia de 11 de la noche a 2 de la mañana en Nochebuena y Nochevieja en la puerta principal. En Nochevieja sucedió –ya lo narré en un artículo–, lo del lomo de la gitana. Pasadas las 12, lógicamente sin campanadas ni uvas –otra ventaja de la Mili–, surgió de entre las sombras una gitana con un paquete. Me lo entregó mirándome como si fuera su hijo. –Toma, soldadito, es un pedazo de lomo de los que no se venden. Vivo en una ventilla a cien metros de aquí, y me siento más feliz y segura con vosotros. Todos los años, le traigo el lomo al soldadito de guardia. Feliz año nuevo y que Dios te bendiga, hijo–. Y como surgió, desapareció. Y tenía razón. No he probado un lomo como aquel.

Mis amigos eran madrileños, catalanes, vascos, valencianos, montañeses, navarros, gallegos… A muchos me lo he encontrado después, y esa amistad siempre permanece. A un grupo de ellos los timé. Ya hacía mis pinitos poéticos y me encargaron escribir las letras de los himnos de varias compañías. Y diez días antes de una Jura de Bandera, el Coronel me pidió que le hiciera de «negro», es decir, que le escribiera el discurso del día de la Jura. Como Irene Lozano a Sánchez. Aquella tarde, en la cantina, me jugué una pasta con mis compañeros a que el Coronel durante el discurso mencionaría a España como «la más bella Dulcinea». –¿Estás loco? ¿Cómo va a decir esa tontería?–. Hubo apuestas. Y las gané. Más de tres mil del ala, que en aquellos tiempos era dinero. Y me preguntó uno de los perdedores. –¿Cómo sabías que el Coronel iba a decir que España es la más bella Dulcinea?–; –porque el discurso se lo escribí yo–. Y lo celebramos todos un fin de semana con una cena inolvidable.

Aquella cohesión, aquel compañerismo, aquel respeto por las costumbres, los acentos y las raíces de los demás, ya no existe.

Aznar se cargó la Mili para hacerse el progre y España dejó de reunirse, comprenderse y abrazarse.