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El mulo de Mulet

Don José era un gran parlamentario y un español valiente, y la manera más práctica de librarse de un gran parlamentario y un español valiente fue destrozando su nuca con dos disparos a traición cuando era conducido por la Policía oficial republicana

Un tal Mulet, que dice ser Senador, y probablemente lo sea, en nombre de esa Ley de la Memoria Histórica, síntesis de la injusticia y el rencor de la ultraizquierda, que impulsó el minero aurífero Zapatero y que, con mayoría absoluta no se atrevió –por indicación de Soraya S. de Santamaría– a echar por tierra Rajoy, ha exigido al Alcalde de Camporredondo –Valladolid , Valladoliz para la familia Sánchez– que elimine el nombre de «Calvo Sotelo» del callejero municipal. Y el Alcalde de Camporredondo le ha respondido al excelentísimo mulo de Mulet, que no tiene la mínima intención de atender su exigencia amparándose en la estricta justicia de la Memoria Histórica, y no de los caprichos resentidos de sus comisarios. Le explica al senador mulo Mulet, que don José Calvo Sotelo fue asesinado por los sicarios socialistas de Indalecio Prieto con antelación al alzamiento del 18 de julio, que en Melilla se produjo un día antes, el 17 de julio. El señor Calvo Sotelo, líder de la Oposición, fue amenazado por la comunista Dolores Ibarruri una semana antes de ser detenido en su casa por la noche y recibir dos disparos de los Guardias de Asalto republicanos a las órdenes del ministro Indalecio Prieto. Todo muy democrático. Don José era un gran parlamentario y un español valiente, y la manera más práctica de librarse de un gran parlamentario y un español valiente fue destrozando su nuca con dos disparos a traición cuando era conducido por la Policía oficial republicana. Como la Ley de la Memoria Histórica exige responsabilidades –sólo a los vencedores de la Guerra Civil–, a partir del 18 de julio, y don José Calvo Sotelo fue asesinado el 13 de julio, este Calvo Sotelo no cuenta.

Y como le recuerda el Alcalde de Camporredondo (Valladolid, Valladoliz para los Sánchez Gómez de La Moncloa), existe en la Historia de España y ya en plena democracia, otro Calvo-Sotelo, don Leopoldo, Presidente del Gobierno desde febrero de 1981 hasta el 28 de octubre de 1982, cuando se produjo la victoria del PSOE de Felipe González, mayoritaria e incontestable. Don Leopoldo tuvo que gobernar con el apoyo de un partido, la UCD, en descomposición, y fue un hombre pacífico y liberal, culto y sensato, opositor al Régimen de Franco y partidario de Don Juan de Borbón. Estupendo escritor, irónico y virtuoso pianista, si bien no supo o no pudo cambiar el rumbo del desastre de la UCD. Por ello, tampoco entra en la infame Ley de la Memoria Histórica, siempre con el permiso del Senador Mulet, el analfabeto iletrado y carente de la curiosidad por la lectura de los hechos acaecidos entre 1931 y 1936, entre los que destaca el Golpe de Estado del Frente Popular en 1934 por no aceptar la victoria de las fuerzas conservadoras. Este Calvo-Sotelo, tampoco cuenta.

Y resta un tercer Calvo Sotelo relevante. Joaquín, hermano de José y tío de Leopoldo, dramaturgo y académico de la Real Academia Española, autor de éxito, a quien mucho conocí y del que guardo extraordinarios recuerdos en mi memoria, que no es histórica, sino personal. Y Joaquín Calvo Sotelo tampoco entra en la Ley del Odio.

De tal modo, que el señor Alcalde de Camporredondo (Valladolid, Valladoliz para los Sánchez y Valladolit para el nuevo ministro separatista catalán de Universidades), don Javier Izquierdo García, hace muy bien en negarse a obedecer la chorrada que le exige el senador-comisario de la venganza. La calle «Calvo Sotelo» de Camporredondo seguirá siendo transitada por los 150 habitantes que resisten en ese bello enclave de la España vaciada. Y lo harán felices y más arraigados que nunca a su tierra, libres de amenazas y de visitas inoportunas e indeseables. Porque Camporredondo tiene una ventaja, muy común entre las localidades de Castilla la Alta, la antigua Castilla la Vieja. Que no tiene aeropuerto. Y por ello, que una visita del derrochador y chulo de los bienes públicos, Pedro Sánchez, está fuera de cualquier posibilidad de producirse.

Mejor vacía que mal llena.