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Carta a los Reyes

Rogaría porque que la maldita COVID-19 desapareciera por fin, porque la economía remontara de una vez por todas, que la Comisión Europea no le ponga los difíciles deberes que ya se presagian y que, aunque tarde, en 2022, la factura de la luz sea como la de 2018

Cada 23 de diciembre, observando con resignación la papelera en la que descansan los décimos de Navidad que ya no valen nada, escribo a los Reyes Magos. Tengo comprobado que, si pides con realismo, sensatez y moderación, los de Oriente son los únicos que nunca defraudan. Hay que pedir trabajo si es que estás dispuesta a trabajar -que algunos se equivocan y escriben «trabajo» cuando lo que único que quieren es un salario- y, en estos tiempos convulsos, que no falte la salud. Se lo pido a los Magos porque siempre hay imprevistos, pero también porque no acabo de fiarme de las autoridades. Si hubiera hecho caso a Pedro Sánchez, ese hombre satisfecho porque ha vencido, no una, sino varias veces al virus, habría jugado a la ruleta rusa.

Aunque no parece muy creyente, no estaría de más que el presidente probara suerte escribiendo también a los Reyes. Algo saldríamos ganando los españoles. O no, que diría Rajoy, porque apuesto a que lo primero que diría es que se ha portado muy bien y, por tanto, merece seguir esforzándose en regir nuestros destinos. A continuación -y eso sí que nos vendría de perlas a todos- ya rogaría porque que la maldita COVID-19 desapareciera por fin, porque la economía remontara de una vez por todas, que la Comisión Europea no le ponga los difíciles deberes que ya se presagian y que, aunque tarde, en 2022, la factura de la luz sea como la de 2018.

Acabar con el virus no está en su mano, no pidamos peras al olmo. Ahora bien, no estaría mal que alguien le aconsejara moderar el triunfalismo en sus mensajes. Hace menos de un mes, el 21 de noviembre, en un congreso de su partido presumía de que España no tendría los problemas de Europa porque estamos vacunados y usamos mascarilla, ésa que él había retirado en el exterior en un consejo de ministros extraordinario. Me recordó a la Champions League de Zapatero.

El deseo de que la economía remonte es más sensato. Claro que, para que sea factible, las empresas tienen que invertir -y ahora cruzan los dedos para que no les cambien la ley de la noche a la mañana- y los ciudadanos tienen que salir a consumir y, para eso, deben confiar en que van a seguir teniendo empleo y Hacienda no les va a esquilmar. Lo de Europa es algo más complicado. Aunque no copa grandes titulares, a diferencia de lo que ocurrió con el rescate bancario, Moncloa ya ha advertido que va a solicitar parte o todo el crédito de 70.000 millones. Y el precio de los préstamos es, necesariamente, una reforma.

Lo más sencillo de todo será que baje la factura de la luz. Es una tarea que, tranquilamente, puede dejar en manos de Podemos. Circula por las redes sociales un mensaje que los de Pablo Iglesias grabaron, con una lámpara y un árbol iluminado, allá por 2018. Decían lo siguiente: «Es intolerable que estas Navidades siete millones de personas vayan a tener dificultades para pagar la factura de la luz y cinco millones vayan a tener dificultades para encender la calefacción en todo el invierno. El 24 de diciembre, el día de Nochebuena, 1.780 familias en España se quedarán sin luz, en lo que supone una grave violación de derechos humanos. Hemos retrocedido décadas en derechos laborales y en derechos sociales, así que ya no hay nadie a salvo de la lotería de la pobreza. No es un problema de unos pocos, es un problema nacional. Estas Navidades, que te toque la lotería no es cuestión de suerte. Está en nuestras manos acabar con la pobreza energética y con los abusos de la tarifa eléctrica».

Déjelo en manos de Pablo Iglesias, presidente, no hace falta que cargue con más tareas a los Reyes Magos.