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Navidad es Nochebuena

Es la mejor ocasión para contar historias de la familia, hablar de antepasados de los que no saben casi nada y maravillar a los jóvenes con hechos de sus mayores cuya vida se perderá si no se da una transmisión oral de padres a hijos y nietos

Algunas personas tienen la desgracia de no disfrutar nada del día de Navidad ni de la Nochebuena. Generalmente son personas dolidas por circunstancias familiares o personales: la pérdida de seres queridos es la más habitual. Y la falta de la Fe suele engrasar ese dolor.

Para otros –para mí desde luego– la Navidad es la feliz vuelta al hogar de mi infancia, al abrigo de mi madre, a la casa en que crecí, a la vista sobre la bahía de Santander que contemplé año tras año, al césped de un jardín castigado por el viento sur y el salitre del mar, a los libros de mi infancia que nunca me llevé cuando me instalé en Madrid porque me parecían de menor interés y ahora ojeo con entusiasmo cuando me instalo en esta casa. Igual que disfruto viendo las maquetas de los barcos de mi padre y los muchos recuerdos de él que siguen repartidos por la casa. Es volver a lo que en verdad son mis raíces.

Y también a volver a disfrutar viendo el Nacimiento que realiza mi madre con un portal de Belén recreado con corteza de árbol y un maravilloso musgo tan fácil de conseguir en el norte en cualquier rincón de rocas sombreadas. A reunir a la familia para adorar al Niño y cantar la versión de «El tamborilero» de Raphael. La chimenea en la que el fuego chisporrotea. Escuchar el discurso del Rey y cenar juntos el pavo que por encargo de la señora de la casa se ha estado cebando durante meses y ella lleva cocinando todo el día. Es la ocasión para reunir a tres generaciones de la familia que ya son cuatro aunque los más pequeños todavía no formen parte del diálogo. Y es el gran día en que se consigue que los jóvenes no sean secuestrados por los teléfonos y pueda haber un gran diálogo. Mi experiencia indica que es la mejor ocasión para contar historias de la familia, hablar de antepasados de los que no saben casi nada y maravillar a los jóvenes con hechos de sus mayores cuya vida se perderá si no se da una transmisión oral de padres a hijos y nietos. Recuerdo atender a aquellos relatos cuando era un niño de pantalón corto –¡cómo odiaba los pantalones cortos!– y ahora me gusta ayudar a transmitir esa memoria a la siguiente generación. Historias que les resultan fascinantes, pero que nunca se han publicado en un libro ni es probable que aparezcan jamás en el cine. Historias de familia.

Desde mi infancia el momento más importante de la Navidad era la Nochebuena. Para mí, como niño, poder quedarme levantado hasta muy tarde, ir a Misa de Gallo y después ir a una recena a casa de tíos míos era sentirme muy mayor. Poder escuchar a adultos con mucho mundo, poder entrar en un ámbito que me estaba cerrado, aunque fuera familiar, era algo que sólo me estaba consentido en la Nochebuena.

Con el paso de los años, esos familiares han ido muriendo, pero la Nochebuena sigue siendo el momento de más íntima reunión y hay un recuerdo para los que compartieron la mesa con nosotros tantas veces. Hemos sustituido la Misa del Gallo por la Misa de mediodía el día 25. Pero eso también ha permitido alargar la conversación de toda la familia, que es una forma, la mejor forma, de unir. Un día al año. Por eso, para mí, la Navidad es la Nochebuena.