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Estancia fea

Pensar en una Jefatura de Estado republicana con Pedro Sánchez y su escoria detrás causa pavor. Pero el discurso del Rey del 24 por la tarde, fue quizá el más flojo de su Reinado

El continente es casi tan importante como el contenido. Y me refiero a las imágenes y las palabras del Rey en su tradicional Discurso de Navidad. En mi infancia y juventud por emoción, y posteriormente por pragmatismo, soy monárquico. España necesita del poder moral y arbitral del Rey, y hoy en día, más que nunca. Pensar en una Jefatura de Estado republicana con Pedro Sánchez y su escoria detrás causa pavor. Pero el discurso del Rey del 24 por la tarde, fue quizá el más flojo de su Reinado.

El poder político influyó de manera inapropiada en el poder institucional.

Una crítica más adversa del contenido no me la permito por respeto a mis viejos y mis mayores. Por respeto a mi padre y Don Juan, a mis abuelos y Alfonso XIII, los abuelos de las dos ramas, José Luis de Ussía y Cubas, Conde de los Gaitanes y Pedro Muñoz-Seca, asesinado en Paracuellos del Jarama por los socialistas y comunistas por su patriotismo, su militancia monárquica, su suscripción a ABC y sus críticas mordaces y alegres a los desmanes republicanos, así como su profunda religiosidad. Fueron los cinco delitos que el tribunal popular consideró probados para fusilarlo.

Y por respeto, al olvidado en el mensaje navideño Don Juan Carlos I, el Rey de la libertad, libre de toda imputación, y alejado de España por un acuerdo de la Casa del Rey y el Gobierno de Sánchez. Un acuerdo que se ha encargado de mantener y extender en el tiempo la Fiscal General del Estado, Dolores Delgado, o en su defecto, el Fiscal General del Estado en la sombra, Baltasar Garzón, separado de la carrera judicial por prevaricador y dulce amante de la Fiscal General. «Si vas a Calatayud/ olvídate de Dolores/ que está en Madrid con Garzón/ disfrutando los amores». Don Juan Carlos I es el único español que no puede ejercer su derecho a vivir en España.

Me refería al principio en la fusión que se tiene que producir en un acto institucional, como es el Discurso de Nochebuena del Rey, del contenido con el continente. De igual modo que la ética y la estética están obligadas a unificarse. El primer discurso de Felipe VI tuvo como continente estético el Salón del Trono del Palacio Real de Madrid, posiblemente el más rico y portentoso de Europa. Don Juan Carlos hablaba desde La Zarzuela, y aquel cambio sorprendió muy gratamente. Si tenemos esta maravilla, ¿para qué buscar otros lugares? Posteriormente El Rey Felipe VI –y ahí sobró el continente y la estética porque fueron palabras exclusivamente pronunciadas desde el contenido y la ética–, descabezó con valor y rotundidad el Golpe de Estado del separatismo catalán. Nadie se fijó desde dónde hablaba, sino de lo que decía cuando hablaba.

Pero en este Mensaje de Nochebuena, la estancia en la que grabó su discurso, no era el sitio adecuado. Si repetir el Palacio Real se consideró innecesario, podría haber elegido la Biblioteca del Monasterio del Escorial, el despacho del Rey de la Granja de San Ildefonso, de Aranjuez o de Riofrío, dando valor al Patrimonio Nacional regalado por los Reyes de España a los españoles. Incluso en el Salón de Velázquez o de Goya en el Museo del Prado, que guarda la Colección Real también cedida por la Corona a los hijos de España. Porque el salón o lo que sea en el que grabó su discurso, era de una vulgaridad pasmosa. Parecía decorado por Begoña Gómez siguiendo las instrucciones de su padre, el de las saunas para los monfloritas. El escenario es tan fundamental como la representación, y esa especie de salita de estar en la que solo se echaba de menos un mueble-bar y una bicicleta estática para hacer gimnasia, no era la adecuada para que el Rey grabara su Mensaje de Navidad. No sólo en el contenido, sino también en el continente, se intuyó la mano de La Moncloa.

Y siento escribirlo. La falsa cercanía hace mucho más daño a La Corona que la distancia de la solemnidad histórica.