El fusilado
Es cierto que un presidente de la Generalidad fusilado da más juego que si ha muerto por una peritonitis, una orquitis y unos golondrinos axilares infectados
Todos los años, desde que tengo uso de razón, lo recuerdo por estas fechas. Esa memoria continuada ha ensombrecido, durante toda mi vida, la alegría navideña. Pero, sabedora de mi acentuada sensibilidad, mi madre me lo advirtió en numerosas ocasiones. –Alfonsito, hay que luchar contra la tristeza y ser firme ante el dolor–. Mi melancolía viene de mi operación de apendicitis. Resulta curioso, pero los 10 hijos nacidos de mi madre y de mi padre –mis 9 hermanos y yo–, estamos operados de apendicitis. A mí me tocó a los 9 años, y fui intervenido en la Clínica Ruber de la calle de Juan Bravo por el eminente doctor don Plácido Duarte, que además de un cirujano excepcional fue un sabio en muchas ramas de la Cultura, en esta ocasión, con Mayúscula. Y desde aquel importante acontecimiento quirúrgico que superé sin problemas, me entregué a cuantos congéneres habían fallecido como consecuencia de una operación de apendicitis fallida o una peritonitis. Entre ellos, claro está, el que fuera presidente de la Generalidad de Cataluña Francisco Macià. Lo que he ignorado hasta trasanteayer, es que Macià fue fusilado mientras era operado, ignorancia que comparto con una abrumadora mayoría de compatriotas catalanes.
Gracias de corazón a la alcaldesa de la Ciudad Condal, Ada Colau, y gobierno municipal en pleno de la capital barcelonesa. Un mensaje en las redes sociales, con documento gráfico ilustrando su contenido, me han abierto los ojos. El mensaje está escrito en catalán, como es obvio, pero resulta muy facilito de leer y traducir: «Avui fa 88 anys que el president de la Generalitat Francesc Macià, va a ser afusellat. Li retem homenatge amb l´ofrena floral a la seva tomba al cementiri de Montjuïc».
En la única palabra que he me he encontrado con problemas de traducción ha sido «cementiri», pero al observar que los representantes del Ayuntamiento depositaban una corona de flores a los pies de un monumento funerario, he deducido que «cementiri» se traduce por «cementerio». Claro, que el golpe moral que he experimentado ha sido de los gordos.
Francisco –Francesc– Macià, que alcanzó en el Ejército español el loable empleo de Coronel, sintió agudos dolores ventrales después de ingerir unos huevos revueltos con «moixernons». La ciencia médica, después de numerosas pruebas, decidió que tenía que ser operado con urgencia de apendicitis, para evitar la, en aquellos tiempos, mortal de necesidad peritonitis. Lo que no sabe es cuándo lo fusilaron. Si con anterioridad a la anestesia o al despertar de la operación. Si entró el pelotón de fusilamiento fascista y anticatalán en el quirófano, o fue tiroteado cuando lo trasladaban en camilla al depósito de cadáveres del hospital, porque había fallecido cuando fue fusilado. Ada Colau y su servicio de documentación histórica sospechan que los componentes del pelotón de fusilamiento se disfrazaron de enfermeros y procedieron a fusilar a Macià camino del quirófano. Pero lo que ha quedado claro, diáfano y demostrado, es que no murió por una peritonitis, sino que lo hizo «afusellat». Lo cual justifica que todos los mamarrachos, con Ada Colau a la cabeza, que acudieron a homenajear con una ofrenda floral la tumba de Macià, se emocionaran durante el acto. Han tardado 88 años en inventarse semejante gilipollez. Es cierto que un presidente de la Generalidad fusilado da más juego que si ha muerto por una peritonitis, una orquitis y unos golondrinos axilares infectados. Pero en esta ocasión, el invento no cuela. Ni en Madrid, ni en Barcelona, ni en el «cementiri».
Además de mentirosos, ridículos analfabetos.