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La censura, según Sánchez

Aunque aparenta muy valiente, Sánchez le tiene pánico a las preguntas de los periodistas. La pandemia le permitió estar casi un año sin responderlas, salvo las de aquellos medios por los que siente, legítimamente, simpatías. Pero la democracia es mucho más que eso y él debería estar obligado por ley a contestar no solo a sus coríferos, sino también a quien discrepa. Hasta Putin se permite ese riesgo. Sánchez, sin embargo, jamás aceptaría una entrevista de El Debate. ¿O sí? A lo mejor hasta nos llevamos una sorpresa. Pero, más allá de la ironía y las chanzas propias de esta época de espíritu navideño que todo lo impregna, lo cierto es que ayer vivimos desde la Moncloa un nuevo capítulo de la inquietante involución de la democracia española. El actual presidente del Gobierno solo atendió cuestiones de los medios de clara tendencia de izquierdas. Ni una sola de la otra bancada. Este es a quien después se le llena la boca de reproches a la oposición. Si solo se trata de periodistas, señor Sánchez. Pero no es el único culpable. La profesión también tiene una alta cuota de responsabilidad si nos creemos que vivimos en un sistema democrático. Me va a permitir aquí que me autocite. Es algo que no suelo hacer, pero la generosidad del lector me lo admitirá. En mi libro Contar la verdad hago una larga reflexión acerca de los males que aquejan al periodismo y solicito a nuestro colectivo que hagamos autocrítica, pidamos perdón por los excesos y, sobre todo, dotemos a nuestra actividad de más solidaridad entre profesionales y menos cainismo. El periodismo en España está herido. Y ayer tuvimos una buena evidencia en la Moncloa. Cada día la izquierda y la extrema izquierda eluden preguntas, amenazan a periodistas y hasta apartan violentamente a los reporteros que se acercan a sus dirigentes. Solo eso es propio del chavismo, cuya semilla germina ya en España. Como les decía, permítanme que les reproduzca solo unas líneas de mi libro: «En España nos encontramos con que el periodismo de izquierda ha invadido también los medios de centro y derecha por desidia, ingenuidad o acomodo de empresarios y banqueros. El precio de este proceso aún está por pagarse. Se impone siempre el paradigma de la izquierda más extrema. La derecha española creyó que debía ocuparse solo de la economía y de los negocios. Las ideas, la historia y el relato parecen importarles poco o nada». Pues así estamos, cada día damos un pasito más hacia un sistema que ataca a la raíz de nuestra libertad, la de expresión.