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Vladimir Sánchez

Ni siquiera el autócrata ruso se permite vetar a toda prensa discrepante en su balance del año

El autócrata ruso Vladimir Putin, de 69 años, gobierna desde hace más de dos décadas. Sus opositores suelen tener el mal fario de acabar en el trullo (o envenenados por una casual contaminación con polonio). Cada mes de diciembre, el antiguo agente de la KGB ofrece un balance del año, que sus aduladores denominan «La Gran Rueda de Prensa». En un escenario de sumo boato, responde durante unas cuatro horas a preguntas variadas (este año ha contestado 70). La mayoría de las cuestiones son de guante blanco, o abiertamente lisonjeras. Pero aún así, el sátrapa se cuida de admitir algunas preguntas complicadas, a fin de guardar las apariencias de un presunto decoro democrático. Por ejemplo, este año le preguntaron a bocajarro si conocía los nombres de los asesinos de la periodista crítica Anna Politkovskaya, en 2006, y del opositor Boris Nemtsov, en 2015.

Sánchez ha copiado la idea putiniana del balance anual. La importó su gurú de cámara, Redondo, al que acabó laminando de manera inesperada (ahora acabamos de saber que la Fiscalía Europea quiere estudiar los manejos del asesor con los fondos comunitarios; y un día no lejano descubriremos también por qué el presidente se sacó de encima a Ábalos como si fuese un tizón candente).

La factoría de propaganda de Moncloa denomina «Informe anual de rendición de cuentas» a la patochada de Sánchez evaluándose a sí mismo. El espectáculo resulta más propio de una verbena televisiva de Maduro que de una democracia del primer mundo. Para darle un aire científico al autopelotilleo, Sánchez incluso se concede notas, alcanzando la precisión de evaluarse con decimales. Aseguró que ya ha cumplido exactamente el 42,7 % de todos sus compromisos de legislatura.

La comparecencia cobró esta vez cierto aire cómico, por el acusado contraste entre las matrículas de honor que Sánchez se otorgaba a sí mismo y el repaso que le ha propinado la revista The Economist. Mientras nuestro súper ego se echaba flores frente a un cartel propagandístico con el lema «Cumpliendo», el prestigioso semanario concluía que Sánchez ha sido el peor gobernante de la OCDE frente a la pandemia. Pero todo le resbala. Hasta volvió a jactarse de la vacunación, en la que su Gobierno no ha pintado nada, y de su gran labor frente a la pandemia, cuando está haciendo el avestruz ante la sexta ola de una manera bastante bochornosa.

Perdiendo la cautela del más elemental pudor, Vladimir Sánchez ha ido más lejos en su show que el Putin original. En el turno de preguntas solo permitió intervenir a medios afines. Primero dio la palabra a La Sexta, algo injustificado, pues es la cuarta cadena en audiencia. A continuación, turno para la Ser, la radio prosocialista; para TVE, que rema para la causa; Efe, la agencia del Estado, que también está a su favor; el siempre afecto «País» y, por último, elDiario.es, portal de izquierda militante. Todos los medios españoles de centro-derecha y derecha, y había una veintena, fueron vetados por la Moncloa. ¡Viva la democracia (orgánica)!

En efecto: si el viejo Mariano hubiese dado una rueda de prensa vetando por completo a todos los medios de izquierda aquí se caerían las columnas del templo. Lo sucedido denota, una vez más, la naturaleza de un político de instintos nada democráticos (por algo ha sido tres veces condenado por el TC por abusos durante el estado de alarma).

Relevar del poder a un gobernante así comienza a resultar una cuestión de higiene pública. Y a pesar del carro de propaganda, calculo que los españoles acabarán desembarazándose de él en las urnas, porque parafraseando al sabio Cicerón, este moderno Catilina «ha abusado demasiado de nuestra paciencia».

(PD: Cuando viniéndose arriba sacó un grafiquito para intentar convencernos de que la luz acabará este año en su precio de 2018 pensé que se les había colado una escena del especial navideño de José Mota. Una efigie de acero inoxidable).