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Disfruten lo votado

Ada Colau no es una excepción sino el reflejo fiel de la mediocridad general que contamina la actividad política en España después de aceptarse que cualquiera sirve para ministro o para sentarse en un escaño del Congreso

No hay barcelonés que me encuentre de paso por Madrid que no se queje de lo mal que está Barcelona y lo acogedora , dinámica y bulliciosa que encuentra a la capital de España . Frente a la pujanza de Madrid y su vitalidad económica y social, los barceloneses lamentan el declive que sufre la capital catalana desde que Ada Colau pasó de ser una simple agitadora anti desahucios a la alcaldesa. Esos mismos barceloneses que ponderan Madrid, entre otros el mismísimo capitán del Barça, Gerard Piqué, que dijo «sentir envidia sana de Madrid , de todo lo que está haciendo, puesto que es un ejemplo para Europa y todo el mundo» y que le gustaría que «Barcelona estuviese a ese nivel», critican sin ambages la mala gestión de su alcaldesa, Ada Colau, en la que residencian en buena parte la responsabilidad de los notables problemas de inseguridad ciudadana, jurídica y económica que presenta Barcelona en contraste con la capital regida por José Luis Martínez Almeida.

La diferencia actual entre las dos primeras ciudades de España es directamente proporcional a la preparación y formación intelectual de sus alcaldes. Mientras Colau no llegó a concluir sus estudios en la universidad, Martínez Almeida es abogado del Estado. Mientras aquella dedicaba su tiempo a la agitación social y al conflicto, éste estudiaba la arquitectura jurídica de la función pública y del estado de derecho. Colau, sin embargo, no es una excepción, sino el reflejo fiel de la mediocridad general que contamina la actividad política en España, después de aceptarse que cualquiera sirve para ministro o para sentarse en un escaño del Congreso y despreciar que los servidores públicos de más alto nivel en las administraciones deberían ser los mejores formados académica e intelectualmente en el más puro sentido ideado por Platón. Muy al contrario, la aristocracia de Platón, el gobierno de los mejores, ha sido sustituida en muchos casos por gobernantes anodinos como Ada Colau, alejados de las preocupaciones y prioridades de sus ciudadanos.

Por todo esto, leo con perplejidad y cierta incredulidad, al tratarse de una encuesta del propio ayuntamiento, que Ada Colau ganaría las elecciones municipales seguida de los socialistas y de las fuerzas independentistas y antisistema que han fracturado a la sociedad catalana y generado suficiente desconfianza, dentro y fuera de España, como para que Madrid, con menos y más bajos impuestos, haya adelantado a Cataluña en todos los indicadores económicos relativos a crecimiento, empleo e inversión extranjera.

Si los barceloneses se empeñan en pegarse un tiro electoral en cada pie, que disfruten lo votado otros cuatro años más y recuerden de paso que en democracia cada pueblo tiene el Gobierno que merece de «colaus, torras, puigdemones, junqueras, rufianes» y demás referentes del sinsentido común y la discordia.

Más preocupante resulta que los mismos dirigentes políticos separatistas y populistas que fríen a impuestos a sus ciudadanos, que han ahuyentado a las empresas y a los inversores de Barcelona y Cataluña propiciando el deterioro y el declive político, social y económico de su comunidad, pretendan hacer lo mismo en Madrid con la complicidad de su socio Pedro Sánchez. En vista de que Barcelona y Cataluña no van bien, Sánchez parece empeñado en que Madrid no vaya mejor, y con la perversa excusa de armonizar impuestos, pretende obligar a Isabel Díaz Ayuso a subirlos como le exigen los independentistas y acabar con las bonificaciones a los injustos e impopulares gravámenes de Sucesiones, Donaciones y Patrimonio. Esta obsesiva cantinela del secesionismo con la fiscalidad de Madrid abocará a Isabel Díaz Ayuso durante 2022 a poner pie en pared y resistir las acometidas del sanchismo contra la díscola comunidad madrileña, que ya dejó meridianamente claro en las urnas de mayo su oposición a las políticas del Gobierno social comunista .