Mondragón
España es la única nación del mundo, todavía libre, en la que la Fiscalía admite de buen grado que los mayores criminales sean agasajados. Los votos de EH Bildu son necesarios para que Sánchez y su señora Gómez permanezcan en el Palacio de la Moncloa
Leo que en Nochevieja, paso del 2021 al 2022, se he celebrado en Mondragón –Guipúzcoa–, un homenaje a un criminal. Homenaje dedicado a Henri Parot, un asesino etarra francés que nada tiene que ver con Mondragón, en vascuence «Arrasate». Además de una declaración miserable de un sector endemoniado del País Vasco, una incoherencia. De dedicarle a Henri Parot un homenaje, que se organice donde le parió su puta madre. El monstruo, asesino de decenas de inocentes, nació en Unai, Argelia el 6 de enero de 1958. Lleva sobre sus espaldas una condena de 4.800 años de cárcel. En el mundillo terrorista se le conoce por Unai Parot, en memoria de su lugar argelino de nacimiento. Mondragón ha sido cuna de destacados terroristas vascos, pero no de sanguinarios norteafricanos. Claro está que todo visitante que accede por primera vez a Mondragón puede entender su fealdad anímica. Mondragón es una localidad guipuzcoana que destaca por su extrema fealdad. Se respira un aire denso, agobiante, entre el oxígeno cobarde del silencio de los justos y el cianuro imperante de los amigos de la sangre. De Mondragón, Zabarte y Bolinaga, especialmente. A Bolinaga, la Justicia le permitió abandonar la cárcel por su cáncer terminal. No tan terminal. Vivió «terminalmente» más de tres años, haciendo su ronda de chiquitos, devorando pinchos de tortilla «estatal» y siendo invitado a toda suerte de consumiciones en las «herriko tabernas». «Yo no he asesinado a nadie. He ejecutado», declaró el seguro habitante del infierno. Cuando falleció Bolinaga, hasta las «herriko tabernas» se congratularon, porque además de asesino fue un gorrón. Mondragón es una importante localidad sacudida por el silencio y la tristeza. Y por la mala intención. La Fiscalía de Dolores Delgado, sabedora de la importancia de los votos etarras para que Sánchez permanezca en La Moncloa, ha desestimado actuar contra el homenaje al asesino franco-argelino. Están demasiado ocupados en la Fiscalía en investigar al Rey Don Juan Carlos, obsesivamente perseguido por la Fiscal General, que no reconoce su fracaso. España es la única nación del mundo, todavía libre, en la que la Fiscalía admite de buen grado que los mayores criminales sean agasajados. Los votos de EH Bildu son necesarios para que Sánchez y su señora Gómez permanezcan en el Palacio de la Moncloa. Algo hay de positivo. Sabino Arana, el fundador del PNV, jamás habría permitido desde su racismo desmedido, que una localidad vasca rindiera homenaje a un norteafricano. Se aprecia en esta convocatoria una reconciliación con las consideradas por Arana, «razas inferiores». En «Sabin Etxea», la «Casa de Sabino», se guardan sus escritos. Pero no los editan. Y el último de ellos, está prohibido por el nacionalismo vasco. En su último texto, el imbécil de Arana se desdice de todos los anteriores y propugna un nacionalismo vasco-español. Pero el daño ya estaba hecho. Un pueblo puede asumir la infección de un grupo, no la infección generalizada por el odio y la mansedumbre. Por ello, se acepta como normal que un asesino sea homenajeado en un lugar en el que el asesino nada tiene que ver, ni por orígenes ni por asesinatos. Lo lamento por Mondragón, pero no por sus habitantes. Ninguna voz se atreverá a quebrar la armonía de la cloaca. Y así, con la complicidad del silencio y la metástasis del odio, poco a poco, sin freno posible, la dignidad de un pueblo se precipitará al peor barranco.
La Fiscalía ha dicho que le parece bien. Parot, el argelino, será ensalzado y vitoreado en Mondragón, mientras los dóciles fiscales insisten en investigar al Rey en obediencia a la Fiscal General, la que reparte ascensos y prebendas. Triste final de un año desastroso para España.