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De sostenibles e igualizados

Esta transformación del lenguaje mediante la cursilería alargada es la que antiguamente se aplicaba al segundo estadio de la cogorza

El diario El Mundo nos ha obsequiado con un titular excesivamente cursi. Anuncia que Anne Igartiburu, la que hizo lo de las uvas para TVE, estuvo «sostenible». Se trata del nuevo lenguaje del anafalbetismo y la cursilería semántica. Le ha faltado definir la actuación de la presentadora vascongada de «resiliente». Claro, que horas más tarde, el pedantuelo que comentó en TVE el Concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena, «igualizó» a los Strauss. Según el pedantuelo, Johan Strauss padre, y sus hijos Johan, Richard y Eduard, gustan tanto a Barenboim que decidió «igualizarlos» en el protagonismo del Concierto. Se le olvidó que se ahorraba una sílaba hablando bien. Es decir, igualarlos. Por otra parte, como también los mensajes políticos adulteran la música, se regodeó en un odio histórico que ha pasado totalmente desapercibido ante mí durante mi existencia. Con anterioridad a la clausural «Marcha de Radetzky», de Johan Strauss padre, el comentarista nos dejó abierta la posibilidad de una disputa familiar. El padre escribió la Marcha en homenaje al gran militar austriaco Joseph Wenzel Radetzky al que Johan Strauss hijo, odiaba. En fin, detalles culturales del «igualizador».

Pero lo de Anne Igartiburu me ha tenido sin dormir. ¿Qué era sostenible en Anne Igartiburu? ¿Que mantuvo la estabilidad física durante las doce campanadas? ¿Que llevaba sostén? ¿Que el rojo carmesí de su vestido sostenía sus nuevos horizontes ideológicos? Porque su físico, como el de todos, no se ha sostenido desde el que mostraba cuando comenzaron sus apariciones vendimiadas y uveras. Ha hermoseado, como se dice por el norte, y ese hermoseo es lógico, pero no sostenible. Claro, que comparando su imagen y estética con la hortera de Atresmedia, la señora de Dabiz, Anne Igartiburu, sostenida o sin sostener, parecía Ingrid Bergman al lado de la Pedroche, que esa sí que se mostró sostenible, porque ha sabido sostener su misma vulgaridad durante un lustro, lo cual es digno de homenaje con discursos a los postres y placa de recuerdo.

Esta transformación del lenguaje mediante la cursilería alargada es la que antiguamente se aplicaba al segundo estadio de la cogorza. La verborrea convincente, es decir, extender las voces para emitir una majadería sin pies ni cabeza. Así, el borracho pasaba de la exaltación de la amistad a la verborrea convincente, de ahí a los cantos regionales y el insulto al clero, para terminar en el precoma hepático, con el tuteo a la autoridad. Ahora no se decide, se «decisiona», y todos los necios «culpabilizan» pero culpan El verbo «influir» ha sido asesinado por «influenciar». No se influye, se influencia. Los medios de comunicación, el mundo de la economía y la política rebosan de secuestradores del lenguaje. Dijo en Antena 3 una conocida periodista que el volcán de Cumbre Vieja de La Palma era una «catástrofe humanitaria». ¿Cómo semejante contradicción? Lo humanitario es aquello que beneficia a la humanidad, y un volcán que arruina a miles de palmeros, se puede considerar una catástrofe humana, pero jamás humanitaria. Humanitaria sería la ayuda urgente prometida por el Gobierno, que todavía no ha llegado.

Los economistas, tan sabios ellos, han acuñado dos cursilerías que ya forman parte de la naturalidad en sus lenguajes. A los últimos detalles de una negociación, se les dice «los últimos flecos de la negociación». Y todo ello, para «optimizar recursos». Se optimizan recursos pero no se «pesimiza» nada.

En fin, que «igualizados» los Strauss, sólo nos resta conocer las causas que han llevado al diario «El Mundo» a titular en portada que Anne Igartiburu estuvo «sostenible». En espera de la aclaración, bueno es refugiarse en el optimismo para no caer en la desesperanza de someterse a la estupidez del nuevo español de los cursis.