Fundado en 1910

La toma de Granada, por supuesto

El negacionismo de la historia de España reclama la creación de un Observatorio de Tontos, que ya es una urgencia nacional. Aunque lo presida Echenique, incluso

En España hay un conjunto notable de tontos, aunque muchos de ellos permanezcan en el anonimato por la penosa inexistencia de un organismo oficial, con uno de ellos al frente, que se dedique a medir la estadística inapelable del relevante fenómeno.

Sorprende que existiendo tanta baratija institucional, quintuplicada y como mero albergue de conmilitones, a nadie se le haya ocurrido crear un Observatorio de Tontos, designando como presidente a cualquiera de los que, con menos méritos congénitos y formativos para el cargo, pasta en alguno de esos pesebres dedicados a las más variopintas naderías.

Todas ellas, por cierto, siguen abiertas en el mismo país que ha visto caer a tantas mercerías «Conchi», mucho más necesarias para la economía nacional que el enésimo chiringuito que observa el mismo clima desde 727 centros distintos, para que un tío en Cuenca y otro en Alcobendas con el carné adecuado vivan del mismo cuento y se preocupen a la vez del futuro del pingüino de Humboldt.

El mismo contrasentido, ya escandaloso, que permite estrenar el año con una subida fiscal de hasta 225 euros a un autónomo arruinado y sin descansos navideños y una mejora del sueldo del 2 % a un funcionario que, entre pitos y moscosos, lleva masajeándose el cono sur desde el puente de la Inmaculada. Ahí tienen las únicas dos Españas reales.

Aun sin fundaciones, institutos y consorcios dedicados al análisis cualitativo y cuantitativo del tonto español; no es difícil encontrar un rasgo identificativo bien visible: se avergüenza de la historia de España; transforma en abusos sus mejores episodios y tiende a considerar más respetable a cualquiera, por bruto que sea, que se cruzara con nosotros y saliera perdiendo.

Es el tonto que derriba a cabezazos a Colón o a Fray Junípero Serra; el que llama «holocausto» al Descubrimiento de América; fascista al Almirante Cervera o genocida a Hernán Cortés mientras se toca el íleon excitado por el recuerdo de Pol Pot.

Muy hermanado, por cierto, con ese tonto, a veces complementario y a menudo el mismo, que bautiza Diez negritos como Eran diez para no ofender a los ofendiditos de cuna; exige que Dumbo deje de emitirse por poco animalista o reclama el oprobio para C. Tangana, por posar en un yate con tías de bikini minimalista, pero defiende que Pablo Hasel o Valtonyc amenacen de muerte a personas con nombre y apellidos en pos de la libertad artística.

La «Toma de Granada» es uno de los escenarios favoritos para el tonto ibérico, también reconocible por forrar sus carpetas con fotos de Pablo Echenique, un argentino que vino a España a hablar muy mal de ella y a vivir muy bien de ella.

Anualmente se recuerda cada enero esa gesta de los Reyes Católicos que remató la llamada Reconquista y que, con los excesos e injusticias que siempre comporta todo movimiento telúrico de la historia, frenó tal vez que en toda Europa vayamos ahora con burka y domeñados por un jefe único de todos los poderes del cielo y de la tierra.

Tres siglos antes de aquel episodio los Reyes españoles de Castilla, Navarra y Aragón pararon en la épica batalla de Las Navas de Tolosa (ríanse de Aragorn dando la del pulpo a Saruman en el Abismo de Helm) a las hordas fundamentalistas de Muhammad an-Nasir , aquí bautizado Miramamolín por los castizos de la época; escribiendo el primer capítulo de una gesta cristiana que explica por qué no estamos bajo el yugo del extremismo religioso y somos, como continente, cuna de libertades y civilización.

Nada de esto se estudia en los colegios, lo que explica una parte del problema identitario de España como Nación: la otra viene de que, los mismos negacionistas de Isabel, de Fernando o de Granada; se ponen camisetas del Che Guevara para conmemorar el Orgullo Gay, obviando que el chancho, como lo llamaban de joven por su escasa higiene personal, fue un cruel promotor de los campos de concentración para homosexuales en Cuba, con el lema «El trabajo te hará hombre».

Ahora tal vez entiendan por qué abrir el Observatorio de Tontos es una urgencia nacional. Aunque lo presida Echenique, incluso.