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El paseíllo

Superado el susto de Biden al sentirse abordado por un individuo surgido de la nada, en un tiempo brevísimo, Sánchez consiguió hablar con Biden de la migración de Centroamérica, de los lazos y acuerdos militares de España y los Estados Unidos, de América Latina en general y de la agenda de la Casa Blanca

No entiendo que el Gobierno se niegue a revelar quién fue el merluzo que organizó el paseíllo de Biden y Sánchez de 90 segundos de duración. Los de Moncloa dicen que esa información perjudica a la defensa nacional y las relaciones exteriores. Para millones de españoles, aquel triunfo de Sánchez fue motivo de orgullo patrio. Superado el susto de Biden al sentirse abordado por un individuo surgido de la nada, en un tiempo brevísimo, Sánchez consiguió hablar con Biden –así lo reconoció nuestro esposo de Begoña Gómez– de la migración de Centroamérica, de los lazos y acuerdos militares de España y los Estados Unidos, de América Latina en general y de la agenda de la Casa Blanca. De ahí que el Gobierno haya considerado que esa conversación tan rica en contenido merezca la categoría de «encuentro bilateral», aunque su duración no excediera de los 90 segundos. Un conejo fecunda a una coneja en tres segundos. El faisán Dorado de la China precisa de siete segundos para cubrir a la faisana. El jabalí necesita, al menos, un minuto para dejar embarazada a la cochina de siete rayoncetes. Y el oso pardo, requiere, al menos, seis minutos para convencer a la osa de la conveniencia de no oponerse a sus impulsos. Es decir, entre un oso y una osa, a su manera y en su lenguaje osuno, para manifestar su pasión amorosa, están obligados por la naturaleza a invertir el mismo tiempo que Biden y Sánchez en su encuentro bilateral multiplicado por cuatro. Sin discusión queda científicamente demostrado. Un oso y una osa, en seis minutos pueden hablar de América Latina, de la migración en Centroamérica, de los lazos y acuerdos militares de España y los Estados Unidos, de la agenda del oso, de la clasificación de la NBA, de la Toma de Granada, y de la producción de naranjas en California, y aún les sobraría tiempo para decirse mutuamente «te quiero». Sánchez estaba dispuesto al «te quiero», pero Biden no le habría correspondido. Esas expresiones hay que cuidarlas con mimo, y dejar que los cariños se desarrollen con el tiempo, y no está bien que Sánchez, al final de un encuentro bilateral de 90 segundos con Biden, por muy Sánchez que sea, se despida de Biden con un «te quiero» que se pierda en el aire. Contaba el gran Manolo Summers, que en su primer viaje a Nueva York, en un traslado en el Metro, el maquinista frenó bruscamente, de tal modo que Manolo fue lanzado por los aires con la fuerza de la inercia, y derribó por el impacto, a un respetable ciudadano de color que medía dos metros de altura. Se encontraron en el suelo del vagón, uno en decúbito supino y el otro en decúbito prono, y Summers se confundió, y en lugar de decirle al enorme derribado «I´m sorry» le dijo «I love you». Por fortuna llegaron la estación de destino de Manolo, y el gran cineasta y humorista onubense, pudo escapar, porque el negro ya había iniciado su sesión de «ojitos».

Con el argumento del «encuentro bilateral», Moncloa se niega con empecinamiento a revelar quién fue el organizador de tan celebrada gansada. Absurda negativa, por cuanto todo el mundo sabe su nombre y apellido. Iván Redondo, que desde el divertido ridículo diplomático de Sánchez, experimentó el declive de su influencia y prestigio, hasta ser expulsado de los predios monclovinos. Biden, que en este suceso desempeñó el papel de la osa, aún no se ha recuperado del susto y le ha hecho prometer a Kamala Harris que en el caso de que el oso aparezca de nuevo, sea ella la osa, que él no está para muchos trotes. Claro, que según los americanos, la charla se resumió como sigue.

–Hola, Joe.

–Hola, hola.

–Soy Sánchez.

–¿Del Servicio de Seguridad?

–No, Joe, el presidente del Gobierno de España.

–Pues nada, hombre. Mucho gusto.

–El gusto es mío y necesito hablar contigo.

–Ya tendremos tiempo. Adiós, Pérez.

–No, Sánchez.

–Vale Gómez, Adiós.

En ese aspecto, se entiende que en La Moncloa no consideren conveniente informar del «encuentro bilateral».